Bahia de Ha-Long

Uno de los lugares que nadie que viaje a Vietnam quiere perderse.

Vietnam, un país que vivió hace algo más de tres décadas una extenuante guerra, ha recuperado su fascinante encanto de siempre. En el fondo, nada ha cambiado. Sus gentes, amables y serviciales, sus paisajes, de un verde profundo, y sus ciudades, exóticas y misteriosas, conforman un panorama que, cada vez más, atrae tanto a turistas selectivos como a expertos viajeros ávidos de nuevas emociones. La Bahía de Ha Long, por ejemplo, es uno de los destinos más hermosos y espectaculares del país. Es como descubrir algo que nunca hubieras esperado ver: dar una oportunidad a tu capacidad de sorprenderte…

Embarcarse en un crucero para recorrer esta famosa bahía es una de las experiencias más intrigantes que puedas imaginar. Sólo zarpar, deja que tu mirada vague sin rumbo por este paisaje marino que parece etéreo e irreal. Es necesario pellizcarte para descubrir que no es una ensoñación: miles de  pequeños y grandes islotes –1.969 para ser exactos–, unos al lado de otros, y rematados por bosques vírgenes emergen contra el sol desde las aguas color esmeralda. El tiempo los ha ido transformando en cuevas y grutas fantasmagóricas. Muchas de ellas han sido bautizadas con nombres enigmáticos o legendarios: Islas del Incienso, del Perro, de La Puerta del Cielo. ¡Toda una invitación a soñar!

Sería muy fácil perderse por este laberinto marino. Pero, afortunadamente, el capitán del barco sabe perfectamente como entrar y salir de ellos. Durante la travesía se explora la cueva Tien Ongy el pueblo pesquero flotante. La cueva muestra la evidencia de civilización humana que se remonta a 10.000 años a.C. Tiene 50  metros de profundidad y 1.000 m2. Se puede continuar la travesía en pequeños  botes de bambú o kayak, pues es una zona tranquila para explorar la vida del pueblo. Pero la Bahía de Ha Long revela durante la noche  su máxima belleza con la llamada “hora azul”. En este momento, el crucero “Heritage”ofrece un espléndido servicio, a la carta o bufé, y en la noche se puede seguir disfrutando de este surrealista y relajante paisaje que ofrece la bahía, desde la cubierta o desde tu propia terraza de la habitación en busca del éxtasis. Momentos en los que pareces  recuperar esa armonía original que alguna vez experimentaste entre tú y el universo.

Rumbo a Cat Ba

Ute Müller, la periodista y experta en Vietnam con la que viajo, me sugiere descubrir al día siguiente Cat Ba, una de las islas de la bahía donde existen varios poblados que parecen desconectados del mundo, además de un exuberante Parque Nacional. Embarcamos en un Ferry y en medio de la travesía hacia Cat Ba divisamos uno de esos pintorescos pueblitos flotantes que viven sobre el mar y no dejas de preguntarte cómo será la vida rodeado siempre de agua. Este tipo de pueblos flotantes es una atracción turística  que refleja el pasado y el presente de unas comunidades que viven de la pesca desde que hace muchos años se ubicaran en la bahía de Ha Long.

Al desembarcar en la isla nos montamos en un viejo y estrafalario bus urbano que, apiñados junto a unos pocos excéntricos viajeros y lugareños, nos traslada a la ciudad principal Cat Ba, situada en todo lo alto de la isla, y adonde nos apresuramos a recorrerla de acuerdo con ese proverbio vietnamita que asegura: “Quien llega primero a la colina, puede sentarse donde quiera”

La sorpresa es mayúscula al llegar y descubrir un viejo, pero hermoso, puerto de pescadores con miles de vetustos y románticos barquitos de pesca. Unos grandes y otros chicos, dispersos por el agua, manteniéndose a flote a pesar de su rústico aspecto y evidente antigüedad. Algunos de los viejos lobos de mar nos invitan a realizar una ronda por su particular bahía o a comprarles directamente a ellos el producto de su pesca. La lonja de pescado se improvisa en la propia calle frente al mismo puerto por un grupo de personas locales que manosean el pescado con la misma pericia que el dinero. Al final de nuestra visita a la isla, decidimos almorzar en el restaurante Marigold, con cuya joven propietaria bromeamos acerca del mítico film ambientado en la India sobre el exótico hotel con el mismo nombre. Ella entiende algo de español porque su novio es un dominicano. Sí, definitivamente, el mundo es un pañuelo.

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