Mercado flotante de Bangkok

Las mujeres que tripulan las barcazas parecen extraídas de una novela de Pearl S. Buck. Sus caras, sus manos, su mirada, su modo de atrapar la tuya para que le compres algo son cuadros pintorescos de un seductor exotismo.


Dentro de una lista telegráfica de los lugares ineludibles de Bangkok, hay uno que, al menos para este escritor, es muy seductor y desea destacarlo sobre los demás. Se trata del gran Mercado Flotante llamado Damnoen Saduaky,  famoso en el mundo entero. Está ubicado a 80 kilómetros de la capital. Es como la “Venecia de Oriente” en plan rural. Pero tiene también su romanticismo. No en balde fue escenario de una furiosa persecución de fuerabordas en el film de James Bond El hombre de la pistola de oro  (1974) Es el único mercado que conserva parte del encanto original de la vida rural y autóctona de Bangkok. A través de sus múltiples canales navegan los botes-mercado tripulados, por lo general, por mujeres vestidas de azul y con los típicos y llamativos sombreros tailandeses.

“¡Cómo no habré venido antes!”

Y desde esos botes, repletos de mercancías, ofrecen  a los clientes y turistas que se agolpan por las orillas, cantidad de frutos y vegetales (pitayas, mangos, plátanos, guayabas, manzanas de agua, snakes fruits (frutas serpiente), lichis y durianes (fruta espinosa de intenso olor), entre otros muchos productos alimenticios como cucarachas o gusanos de seda fritos (para los viajeros más atrevidos), o como las típicas especias, condimentos, bebidas, estatuillas de Buda (¿de qué si no?) y un sinfín de recuerdos. Este gran y peculiar mercado se puede recorrer por sus orillas, que hacen a la vez de embarcaderos. O incluso se puede realizar alguno de sus numerosos recorridos de los canales en las típicas lanchas que se ofrecen, pese a que con esta decisión el viajero complica aún más su ya intenso tráfico. Las mujeres comerciantes parecen extraídas de una novela de Pearl S. Buck. Sus caras, sus manos, su mirada, su modo de atrapar la tuya para que le compres algo son cuadros pintorescos, llenos de seductor exostismo. Cuando quieres resumir toda esa suerte de sensaciones, lo que uno piensa es “¡Cómo no habré venido antes!”

La primera visión que se tiene, pues, de ese multicolor enjambre de canales, barquitas, vendedoras y productos diferentes es realmente magnética. Te quedas fascinado mirando cualquier detalle. Cualquier rostro de vendedora, ajado con mil bellas arrugas unos, o terso como la piel de un bebé, otros. O cualquier fruta exótica, desconocida por ti, y de la que ardes en deseos de saber a qué sabe. Todo el conjunto es una explosión de colores, olores, sabores, y movimientos perfectamente coordinados. Ninguna barca vendedora tropieza con otra a pesar de circular muy cerca unas de otras en este insólito laberinto de canales

Como el gran mercado flotante de Damnoen Saduak está relativamente lejos de la capital, hay que madrugar para llegar en horario hábil de mercado (si no recuerdo mal, de 7 a 11 de la mañana.) Por lo que los viajeros más remolones en despegarse de las sábanas harán bien en pasar la noche anterior en alguno de los hoteles de la zona y evitarse el madrugón. El Mercado Flotante no es, obviamente, la única maravillosa sensación que uno recibe de Tailandia: hay miles. Pero no te olvides de ésta.

Más info: The Blueroom. c/Almirante 9—4º izda. 28004 Madrid. Tel. 902.999.157 ; www.blueroom.es
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