Invasores del espacio (…personal)

¿A quién le importa lo que te traes entre piernas?


Sucede en las grandes aglomeraciones humanas. Pero también en las áreas donde la confluencia de gente es menor. Incluso en el ámbito de dos personas que interactúan una junto a otra o comparten un mismo lugar. Es cuando el espacio personal es invadido. La necesidad de controlar tu territorio y la resistencia a que éste sea invadido son tan intensas que hasta en medio de una muchedumbre que se está manifestando social o políticamente en la vía pública, cada persona exige se le respete su “espacio personal” porque lo considera inviolable (entre 50 y 60 cm2). Una pretensión difícil de cumplirse cuando el mismo hecho multitudinario destruye a menudo la viabilidad de este derecho.

Todos tenemos unos límites que nos separan de nuestro entorno exterior. Cuando estos límites se sobrepasan nos encontramos incómodos y hasta, en casos extremos, pueden despertarnos emociones violentas. Con razón decía el poeta inglés Herbert: “Ama a tu vecino, pero no derribes la verja”. Por lo tanto, proteger con vehemencia tu espacio personal es una reacción de supervivencia puramente animal. “Rascad al hombre civilizado y aparecerá el salvaje”,aseguraba el filósofo Shopenhauer.

Viajar en transporte público permite compartir espacio, pero no el despatarre

Viene a cuento este preámbulo por la norma –siguiendo a la de Nueva York– que hace algún tiempo implantó la EMT (Empresa Municipal de Transportes, de Madrid) en las redes públicas de Metro (subte) y autobuses urbanos contra el despatarre (abrir excesivamente las piernas en los asientos de transporte público). El bando proclama que los hombres deben mantener sus piernas juntas para no incomodar a los usuarios de los asientos contiguos invadiendo su espacio personal. “Esta postura es inaceptable y se considera ofensiva” argumenta la compañía.Efectivamente, existe un machismo estructural en esta actitud. Cuando las mujeres se topan con un hombre así, hasta les molesta que su tipo sanguíneo coincida con el suyo!

Los nuevos iconos  o señales en los vagones del metro y autobuses indican explícitamente la prohibición de invadir la posición del usuario contiguo. Se trata de recordar, especialmente a los hombres, mantener la responsabilidad cívica y el respeto al espacio personal de los demás. Algo tan fácil como aprender a tocar la trompeta sin molestar a los vecinos. Eso sí, si tienes buena educación. Porque de eso se trata. El despatarre masculino es el resultado de la educación que los hombres han recibido desde su infancia: “a ellos se les permite ocupar más espacio que a las mujeres”

Por esta razón, también algunas  mujeres han empezado a invadir el espacio personal de los demás en los asientos de los transportes urbanos. Aunque por otros motivos: defenderse del acoso machista, especialmente cuando viajan solas. Es la forma femenina de afirmar su dominio del espacio y su habilidad (dejando bolsos a su alrededor, evitando el contacto visual, leyendo un libro u oyendo música -o simulándolo- para no escuchar a nadie de los que preguntan “si está libre el asiento “ocupado”) para controlar la situación y su deseo de permanecer sola. Con todo, es una actitud antisocial, cuyo origen hay que buscarlo en el ancestral acoso machista que la mujer ha sufrido a lo largo de los siglos. Los hombres escasamente socializados siempre  han considerado a ésta como un “espacio disponible” para ellos. Sería oportuno recordar aquí las palabras de Paul Geraldy: “Los hombres no pensamos nunca, al juzgar a una mujer, que es muy difícil ser mujer”.

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