La muerte, con sus ritos, tradiciones, y simbologías, es, probablemente, uno de los aspectos más controvertidos y enigmáticos del ser humano. En algunos lugares, es un duelo, y, en otros, una celebración.
En cualquier caso, la muerte es un inescrutable misterio del que cada cultura hace su propia interpretación. En el pueblo de Sagada, por ejemplo, al norte de la isla de Luzón (Filipinas) practican uno de los ritos funerarios más extravagantes del mundo. Allí puede verse cómo los igorrotes, la tribu indígena de la zona, encierran en posición fetal a sus miembros fallecidos en unos ataúdes que, tras el rito procesional, son elevados, clavados o atados en lo alto de los precipicios de las montañas rocosas.
Esta tradición se practica desde hace más de 2.000 años. Los ataúdes son tallados por cada miembro igorrote en los últimos años de su vida. Y, una vez éste fallecido, sus familiares lo depositan en su ataúd vestido y con sus emblemas para que sus ancestros puedan reconocerlo en la otra vida. La creencia de que “lo que hay abajo está arriba” pervive a lo largo de los siglos en el inconsciente colectivo. De hecho, nadie sabe si al final de la vida nos espera alguien en algún lugar. Pero parece que un cielo o un paraíso es el destino anhelado por todas las culturas. Y la de los igorrotes de Sagada no iba a ser una excepción. Los ataúdes colgantes más accesibles para el viajero curioso se encuentran en Echo Valley (donde el eco te devuelve siempre tu propia pregunta, pero nunca la respuesta de lo que allí sucede porque este fascinante rito funerario tiene muchas preguntas, pero apenas respuestas)
Interpretaciones del rito a la carta
Según los más ancianos de la tribu y algunos antropólogos interesados en este ritual, existen diversas interpretaciones del fenómeno de los ataúdes colgantes de Sagada. En primer lugar, el hecho de “encerrarlos” en posición fetal se debe a la creencia de que “una persona debe salir del mundo en la misma posición que entró”. La muerte, así, es siempre como el gran regreso a casa. Otra creencia es la que sostiene que al colgar los ataúdes de la montaña los fallecidos “están más cerca del cielo y de sus ancestros”. Asimismo, durante el rito de la procesión para llevar el ataúd a su destino final, los familiares portadores del mismo pueden ser manchados por la sangre del cadáver al rezumar éste sus fluidos al exterior, lo que les permitiría poseer las habilidades o dones que el fallecido tenía. La propia naturaleza imprime en la mente del ser humano ideas mágicas.
Finalmente, también se han sugerido otras interpretaciones menos místicas u oníricas y más prácticas. Como la de que los igorrotes sabían que los cadáveres se descomponen rápidamente cuando son enterrados bajo tierra. O la de que sus cuerpos pueden ser objeto de la hambruna de los animales o codiciados por los cazadores de cabezas. Pero colgados están a salvo de esos avatares. Sin embargo, la teoría más razonable se refiere al ahorro que supone no ocupar para el enterramiento de los ataúdes las tierras de cultivo. De este modo los igorrotes pueden sembrar y explotar más espacios de tierra para conseguir los alimentos agrícolas con los que sobreviven. Con todo, pervive la creencia mágica de que los ataúdes colgados en las alturas constituyen un buen augurio.
Resulta curioso e intrigante visitar este fenómeno funerario en Sagada y verlo con nuestros propios ojos antes de que la ciencia nos convierta en seres inmortales. Porque con los avances médicos, la muerte está cada vez más lejos ¡pero nunca lo suficiente!