Son estas líneas la continuación del anterior artículo. En él intenté contar la primera parte de este viaje. Desde Cádiz a Ciudad Rodrigo, para luego de tres días inolvidables en tierras salmantinas, poner rumbo a Roncesvalles y de allá a distintos países de Europa. Todo tan próximo y tan distinto. Primera etapa llena de connotaciones literarias. La Alcarria, los campos de Soria, Navarra y sus bosques, sus leyendas, sus aquelarres.
Y se hizo la cosa en dos GS’s. (2016 y 2018). Como todo camino, ciertamente iguales, que no idénticas. Salvando algunos detalles y como he comentado innumerables veces, han vuelto a resultar perfectas en todo.
Desarrollado más si cabe el ESA en la 2018, así como la inclusión de un amortiguador de dirección que cumple con creces su función, son estas las principales diferencias entre las dos motos. Me sorprendió que la entrega de potencia de la última sea más dulce que la de su hermana anterior. Según me han contado, obedece el asunto a una “pieza mágica” que han instalado en no sé muy bien dónde, que pesa unos novecientos gramos poco más o menos y que otorga a la moto esta nobleza prodigiosa. Una blanca, la otra negra. Una delicia ambas.
La llegada a Navarra discurre entre puertos, valles y bosques que apenas dejan pasar la luz. Reconozco que me faltan colores en mi “paleta” para describir tantísima belleza. El Valle del Roncal, Irati, Elizondo, Zugarramurdi…
Es en estos bosques donde tomo la primera decisión que, como todas, determinará el viaje. Opto por entrar en Francia para llegar a Bretaña y Normandía. Lo hago por Irún, para así, recorrer también Las Landas y demás departamentos franceses.
Mucho se ha escrito de Bretaña y Normandía. Pueblos medievales y abadías bretonas; playas y faros normandos. Imposibles…
Con base en Brest, me muevo por la costa atlántica francesa. Cinco días tan sólo, consciente de que hubiera necesitado mucho más tiempo para conocer mínimamente esta parte de Francia.
Quizá la ruta más lógica para cruzar el Canal hubiera sido, dada mi situación, Brest – Pool, pero ansioso por recorrer cuanto más kilómetros mejor, decido deshacer lo andado y regresar a España. Allí hacer noche en Castro Urdiales para al día siguiente embarcarme en Santander rumbo a Plymouth. (Mención especial merece el conjunto formado por la iglesia y el faro de la Punta del Rabanal en el puerto de Castro).
A los que andamos enamorados de carreteras solitarias que discurren paralelas a la costa, se nos hace imprescindible combinar moto y mar para que el viaje sea perfecto. Será por eso que no perdono alguna travesía en cualquiera de mis viajes. En este caso, España – Inglaterra – España. Cuarenta horas de navegación a bordo del Pont Aven. La belleza e introspección completas.
Si la salida de Santander se hace entre los tres faros que guardan la ciudad, otro tanto ocurre en Plymouth, sureste de Inglaterra, Condado de Devon.
Reconozco que recorrer la costa sur inglesa, fue con mucho la parte más compleja del viaje. Tengo mi primer sobresalto cuando me percato de que el navegador no tiene cargados los mapas de esta tierra y que el teléfono sólo atiende emergencias. Por si esto fuera poco, acepto resignado mi falta de habilidad para conducir al revés. Supongo que es difícil para cualquiera pero si además se es zurdo (mi caso), la cosa se complica exponencialmente. Hasta el punto de que te vas jugando el pellejo en cada cruce, cada rotonda, cada cochina calle… Pero el peligro no desparece cuando aparcas la moto, que cruzar en modo peatón cualquier “road” tiene también su miga. En “tablas” me escapé varias veces de ser atropellado por algún british ciertamente ansioso por llegar al pub de turno.
Paradógico resulta que con dos palabras, ‘right’ y ‘left’, amén de más de cien gesticulaciones absurdas, seas capaz de manejarte con una cierta soltura en esta isla, que supongo para llevar la contraria a medio mundo llevan siglos haciendo las cosas a su modo, o lo que es lo mismo, al revés.
Hablado ya sobre su conducción y del peligro que supone ser un simple peatón en sus calles, añado que no acaba aquí la cosa.
Andan los británicos peleados de antaño y a muerte con el sistema métrico decimal, con los kilómetros y los centímetros. Reniegan de unos y otros en aras de millas y pulgadas. No es baladí el asunto. Como digo, aborrecen el kilómetro y adoran la milla. (Que por otro lado tampoco casa con la milla náutica…) Así que cada restricción de velocidad que te encuentras te obliga a las más complejas conversiones. En tiempo real para más inri, no sea que te cace un Bobby y te arruine el presupuesto del viaje… Para los que no somos de ciencias sino de letras, más muertas que vivas, se transforman estas nimiedades en una verdadera tortura.
Pero falta el estrambote, la coda… La libra esterlina. El celebérrimo “pound” que quién sabe lo que viene siendo en euros. Moneda sobrevenida y nuestra. Introducida en y por Europa con calzador en nuestras vidas y que los ingleses no quieren ni ver.
De esta guisa, recorrer la costa sur de Inglaterra, desde Canterbury en Kent hasta Land’s End, en el condado de Devon se “convierte en una conversión continua”.
A parte de chanzas tan reales como tanto kilómetro (o milla), la costa sur de este país, como todo él, es digno de recorrerse. Y si es en una GS, mejor que mejor.
Puertos y catedrales cargados de historia. Pueblos de marinos, que no de marineros. (Dover, Southamton, Portsmouth, Pool, Bristol, Plymouth). Y su Catedral en Canterbury.
Quedaba una última travesía. De Plymouth a Santander. Otras veintitantas horas de barco. Con la mar como un plato y los garajes del barco atestados de motos.
A poco de embarcar conocí a dos leoneses de Ponferrada. David, Roberto y sus dos GS. Venían de los Highlands de Escocia. Agotados y felices. Buena gente hay en Castilla la Vieja…
Y en Santander tomé la última decisión. Volver a casa o continuar por España y Portugal. Así volví a Ciudad Rodrigo y de allá a Aveiro y al Cabo Espichel. A Portugal para seguir buscando faros y abadías. A Ciudad Rodrigo para traerme quizá, algo más de poesía.
Varado en Tierra ya ando pensando en el próximo viaje. Cádiz – Mikonos. Será en septiembre. Como siempre espero estar a su altura.
Mi agradecimiento a BMW Ibérica, Movilnorte BMW Motorrad, BMW Riders, Fijet España, Spidi Italia, Turiscom, La Diez Radio, Ditur Ciudad Rodrigo, Rodando contra el cáncer…
…y a tantos que, sin saberlo, han viajado conmigo.