A Aroa y Arnold, nuestros cicerones en la capital irlandesa
Por motivos personales tenía especial interés en viajar a Dublín y, con casi tres años de retraso motivado por la pandemia, el pasado mes de diciembre puse rumbo finalmente a la capital de la República de Irlanda (Éire, en la lengua local, el gaélico), un país conocido popularmente como la Isla Esmeralda, por el intenso color verde de sus campos, y más recientemente como el Tigre Celta, por su rápido crecimiento económico a partir de la última década del pasado siglo.
De Dublín, ciudad de marcado aspecto industrial, podría decirse que es gris, plúmbea, fría y lluviosa; una ciudad de clase obrera que camina al ritmo que marca el río Liffey que la atraviesa; una ciudad plena de vida, con una magnífica historia digna de ser contada. Pero sobre todo creo que Dublíndebe ser reconsiderado como destino, debido a los cambios que ha protagonizado en las dos últimas décadas. Pero de ello hablaré más adelante.
Dublín está situada al este, compartiendo territorio insular con Irlanda del Norte (Reino Unido) y bañada por el mar de Irlanda (Muir Éireann, en irlandés). Con una larga historia cuyas primeras referencias se deben a Tolomeo en el año 140 a.c. que la citaba como Eblana Civitass, fue colonizada por tribus celtas en el siglo XIII a.c. y posteriormente fueron los vikingos procedentes del norte de Europa quienes se asentaron en el territorio, concretamente en el margen sur del río Liffey en la zona denominada Dubh Linn (laguna negra), mientras que los celtas habitaban la zona norte del río, denominda Baile Átha Cliath. Esta convivencia duró hasta el año 1014, cuando Dublín se convierte en un importante enclave militar.
En el Dublín actual es visita obligada el Trinity Collage, la universidad más antigua de Irlanda, fundada por Isabel I en el año 1592 bajo el pomposo nombre de College of the Holy and Undivided Trinity of Queen Elizabeth near Dublin. Del Trinity Collage cabe destacar ante todo su arquitectura, una obra maestra de estilo georgiano, 190.000 m2 distribuidos en edificios de distintas épocas que se levantan en torno a patios centrales intercomunicados. Mención especial y merecedora de una visita exclusiva es su afamada biblioteca, considerada la más bella del mundo, con más de cuatro millones de volúmenes entre los que destaca el Libro de Kells (conocido como el Gran Evangeliario de San Columba, datado en el siglo IX d.c.), obra manuscrita en latín por monjes irlandeses y decorada profusamente con motivos celtas.
Recomendables son también las visitas a la Catedral de San Patricio, un edificio no especialmente monumental, pero en el que destacan su fachada victoriana y su interior gótico, y a la coqueta Catedral de la Santísima Trinidad (conocida como Christ Church o iglesia Cristina), construcción neogótica del siglo XI y sede del arzobispado de Dublín.
Especial interés despiertan los numerosos parques que rodean la ciudad, especialmente el Phoenix Park, situado al oeste, a pocos kilómetros del centro y considerado el mayor parque urbano de Europa (700 hectáreas). Con un poco de suerte se puede ver la manada de dóciles ciervos que habitan el parque. También son muy recomendables las visitas al St. Stephen’s Green, construido en 1664 y ubicado en el centro, uno de los parques más antiguos de la ciudad, en el que destacan sus jardines victorianos y esculturas de célebres personajes dublineses, como la del escritor WB Yeats, obra de Henry Moore; y al Parque Merrion Squadre, situado en pleno centro, en la zona de las galerías y museos, y caracterizado por su colección de esculturas, entre ellas la del ilustre escritor Oscar Wilde, el más reputado de los autores irlandeses (con permiso de James Joyce, William Butler Yeats, George Barnard Shaw o Samuel Beckett) y por el refugio antiaéreo construido durante la Segunda Guerra Mundial. Por cierto que, si el tiempo lo permite, merece la pena visitar la casa del mencionado Oscar Wilde, situada en una de las esquinas del parque justo en frente de su escultura.
En el centro de Dublín es de tránsito obligado la calle O’Connell, su principal arteria comercial, y hacer una breve parada en The Spire (monumento de 120 metros en forma de aguja construido en acero inoxidable), pasar ante la Oficina Central de Correos (me llamó poderosamente la atención la inmensa cola de indigentes en su entrada principal) y cruzar el Ha’penny Bridge (primer puente peatonal, también conocido como de Medio Penique, por su forma y por el coste del peaje que antaño había que abonar para cruzarlo). Muy próximo al puente encontramos Temple Bar, una amplia zona de pubs y lugares con encanto, de ambiente cosmopolita y multicultural. Según la tradición, se debe visitar el pub que recibe el nombre de la zona, donde se puede escuchar música tradicional y degustar una pinta de cualquiera de la amplia selección de cervezas artesanales disponibles. Sin salir del centro y no lejos del Trinity Collage y de St Stephens Green, se encuentra Grafton Street, una calle de gran actividad comercial donde pasear al son de los acordes de los músicos callejeros y en la que tradicionalmente se podía visitar la escultura de la vendedora ambulante Molly Malone, símbolo de la cultura popular del país.
A los amantes de la cerveza les recomiendo además una visita al Dublín este, a la Guinness StoreHouse, que alberga un museo sobre la marca cervecera y el Gravity Bar, terraza desde la que se puede disfrutar de unas vistas inmejorables de la capital.
Durante el periodo navideño pudimos disfrutar de los espectáculos de video mapping nocturno que se proyectaron en diferentes edificios de la ciudad, entre los que personalmente destacaría el del Custom House situado a la orilla del río Liffey, entre los puentes Butt y Talbot Memorial, un autentico acierto que aportaba un valor extra a la visita.
Cuando el estado del tiempo lo permite es conveniente hacer una escapada fuera de la ciudad, al onírico parque de Glendalough (Valle de los Dos Lagos), en el condado de Wicklow, en el que recorrer St Kevin´s Kitchen, la Catedral, la Torre, la Casa del Portero, el Cementerio y la Iglesia Reeferto, simplemente, pasear entre los lagos. De camino al parque cabe hacer una parada en The Roundwood Stores (Main Street, Roundwood, Co. Wicklow) para degustar un brunch; un lugar encantador, de buen trato y exquisito gusto.
Hasta aquí el destino convencional de Dublín. Pero personalmente lo que me llamó poderosamente la atención es el nuevo Dublín, el que floreció al albor de su crecimiento económico, el llamado milagro económico irlandés que lo llevó a convertirse en la economía con mayor tasa de crecimiento del mundo a finales de la pasada década. La capital del Tigre Celta es un hervidero de talento atraído por las grandes organizaciones tecnológicas: jóvenes altamente cualificados que se han trasladado a la ciudad para ocupar puestos de trabajo muy bien remunerados con unas condiciones excepcionales. Los headhunters internacionales que trabajan para las multinacionales tecnológicas (Google, Yahoo, Facebook, Twitter, Amazon, PayPal, Ticktoc, Corel, IBM, Ebay, Apple,…) rastrean el planeta en busca de los mejores candidatos, ofreciéndoles remuneraciones extraordinarias, planes de carrera personalizados y un salario emocional irrenunciable.
Todo ello ha convertido a Dublín en una suerte de Parnaso para los jóvenes deseosos de nuevas experiencias: una ciudad multicultural y multiétnica llena de talento en la que conviven con toda naturalidad el residente y el visitante, el local y el profesional, produciendo una actividad económica envidiable para muchos países de su entorno y generando en la sociedad una riqueza mucho más allá de la económica, lo que la ha convertido en un reclamo internacional de primer orden. Su estructura productiva focalizada en los servicios y muy vinculada con las empresas tecnológicas, asociada a una política económica de libre mercado y bajos impuestos, ha situado además a Dublín como un destino turístico que debe ser reconsiderado y un ejemplo a imitar por otros destinos que se plantean actualmente su reconversión. Tengamos presente un dato: la climatología. Si Dublín gozara de un clima benigno doce meses al año, ¿quien podría competir con ella?
Nota final
Tuve la oportunidad de conocer las instalaciones de LinkedIn en la ciudad, en Wilton Place, tanto sus edificios actuales como las obras de ampliación, y créanme si les digo que es entrar en un mundo que se da de bruces con la realidad exterior. Cada detalle está pensado para mejorar la calidad de vida laboral y el rendimiento de los jóvenes que allí trabajan. Nada queda al azar, no hay lugar para la improvisación: todo lo que necesitan o les puede ser de utilidad está al alcance de su mano: cafetería, restaurante, gimnasio, sala de ocio, wellness, peluquería, sala de música… y sobre todo la convicción de que lo que realmente importa a la empresa son las personas y su bienestar, sin que ello afecte en absoluto al rendimiento, pues existe un altísimo nivel de exigencia. Ha sido tal el impacto que me ha causado que me he prometido volver. Aquí reside la grandeza del destino, pues son pocos los que no quieren repetir.
Publicada originalmente en El blog de Ashotel