El Teatro Romano de Plovdiv, Sofia y el impresionante monasterio de Rila

El Teatro Romano de Plovdiv

El descubrimiento de este teatro fue debido a un corrimiento de tierras en el año 1972, data su construcción del tiempo del emperador Trajano, en el siglo II d C. y puede acoger hasta 7.000 espectadores.

Como PLovdiv está edificada sobre los restos de antiguos monumentos, romanos y bizantinos principalmente, a escasos metros de su nivel anterior, hay que descender de las calles actuales, (aunque desde algunos lugares pueden observarse sin bajar), para ver, de cerca, el magnífico resultado del trabajo de reconstrucción, al sacar a la luz los monumentos escavados. Las ruinas surgidas en las excavaciones son de tal importancia, cultural y espiritualmente hablando, que no producen en su resurgir sensación de desolación ni decadencia, muy al contrario, son una manifestación pujante de lo que representaron en su época, siendo el Teatro Romano una espléndida muestra de ello.

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En el curso de nuestra visita a la ciudad, después de cenar, en el bonito restaurante «SHTASLlVTSI» donde nos obsequió su dueño con la estupenda gastronomía de productos del país, en mesas bien preparadas, magníficamente servidas y con una comida muy rica al paladar, «ascendí», en esta ocasión por un empinado camino, hasta entrar en el Teatro Romano por una de las puertas de la parte más alta de su cávea y acomodarme como espectadora para disfrutar de la representación de la ópera «Carmen» de Bizet. Antes de sentarme, me paré en uno de los estrechos escalones de la escalera, pues intuí algo de vértigo al deslumbrarme en la noche la iluminación del magnífico escenario, repleto de columnas de mármol y su cávea llena de espectadores. Sin pretenderlo demasiado, busqué compañía a mi alrededor en una mirada a la que confiar la impresión y la sensación de incipiente vértigo, topándome con las cabezas de las personas sentadas y expectantes ante lo que allí se iba a representar, que no hubieran entendido, ni quizá atendido, mi petición, si la hubiera formulado, pero, al sentarme, me sentía privilegiada y no por pensar que en la antigüedad clásica cada espectador pagaba su entrada y yo era una invitada, ni porque la representación fuera nocturna, ya que en el tiempo de los emperadores se representaba de día, con lo que el sol obligaba a cubrir las cabezas con sombreros de ala ancha llamados «cuculos» y para la lluvia había que resguardarse bajo una sombrilla de nombre «umbrella», sino también porque la noche era serena y no tuve que recurrir a paraguas ni sombreros. En la antigüedad, para las incidencias clirnáticas, además, se colgaban toldos de color púrpura que servían de parasol y, en los días muy calurosos, se refrescaba al público por medio de una llovizna, llamada «sparso».

Silencio … ante los vibrantes compases de la música de Carmen que iban llenando de emoción sosegada, al público expectante y atento ante una presentación escénica adecuada en el decorado, importantísima condición, según Vitrubio, que distinguía variedades de decoración para lo trágico, cómico y satírico. Con Carmen no cabía poner adornos para representar la tragedia; apenas hubo cambios escénicos y ninguna plataforma móvil que restara atención; sólo la música y las brillantes voces de los divos, moviéndose en el «proscenium», frente a la «orchestra», saliendo y entrando por la puerta «regia», pues, cuando el diálogo hablado es escaso, o carece de él, lo más importante es oír bien la música; quizá la regla, otra vez Vitrubio , que dice: «La regularidad en las disposición de las gradas del público, entre otras, deben medirse colocando el cabo de una cuerda en la arista de la grada superior tendida hasta la arista de la grada inferior con la cuerda bien tensada. La cuerda debía tocar todas las gradas para conseguir una buena audición». En este teatro quizá se cumpla esta norma porque la acústica fue excelente en la representación de Carmen. También en el Teatro Romano de Mérida (España) se cumple con estas medidas; de ahí la buena acústica del mismo que hace posible escuchar lo que se habla en escena, desde cualquier asiento, hasta en los más altos de las gradas.

Como la representación fue larga, eché de menos los «cojines» que el emperador Calígula permitió en su tiempo. Los teatros que disponían de esas comodidades, lo reseñaban en sus folletos de propaganda. Pero me sentía contenta por haber llegado pronto al teatro y poder sentarme en la grada, y no en un escalón, como debían hacer los llamados «excuneti», por no llegar puntualmente.

En la apoteosis final de la representación de Carmen, me emocionó ver el escenario adornado con banderas de España, que arrancaron fervorosos aplausos del público entusiasmado.

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Sofia

La capital de Bulgaria, Sofia, es una ciudad amplia y abierta, en la que abundan jardines y monumentos. Sus grandes avenidas están flanqueadas por imponentes y serios edificios, que parecen tener el sello oficial del régimen anterior, pero que hoy están dedicados a oficinas gubernamentales, y no sólo son un recuerdo del pasado, sino que en ellos se ubican grandes hoteles y salones, así como conocidas y lujosas tiendas. Constantemente se abren al público espacios, antes privados, donde los búlgaros disfrutan de los muchos jardines que adornan su capital, tal los que rodean el palacio Real, en el que ahora se realizan muy diferentes actos, como proclaman los cartelones colgados de los balcones que referencian actividades públicas muy diversas.

También son numerosos los monumentos religiosos, como la Sinagoga Sofia, la catedral de Sveta-Beldeya, que sufrió atentado en 1925 y la magnífica catedral de San Alejandro Nevski, de estilo neobizantino, que ocupa una superficie de 3.170 metros cuadrados y tiene capacidad para cinco mil personas. Es el símbolo de la capital, la sede del Patriarcado ortodoxo en Bulgaria y una de las iglesias ortodoxas más grandes del mundo. En su cripta se custodia una colección de iconos ortodoxos orientales, datados desde el siglo IX hasta el siglo XIX. Nevski fue ruso, líder y santo, gran personaje de NOVGORTE y VLADIMIR. Por sus hazañas militares se convirtió en un símbolo de la resistencia nacional contra los suecos y los caballeros germánicos. Pedro el Grande, de Rusia, en su honor, fundó un convento en 1712.

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En las zonas céntricas de Sofia se ubican los mejores museos de arte, como la Galería de Arte Nacional y la Galería de Arte extranjero, que muestra exclusivamente arte internacional, en su mayoría de África, India, China y Europa. También el Teatro Nacional de Iván Vazov, la Biblioteca Nacional de San Cirilo y San Metodio, que es la institución más antigua de Bulgaria y el Palacio Nacional de la Cultura, entre otros muchos.

Sus habitantes tienen como entretenimiento el cine, y las salas se hallan dentro de los centros comerciales, porque las particulares, o independientes, han desaparecido. Son también grandes amantes del arte, y acuden a los teatros con gran afluencia; sin embargo, el cine supera al teatro en el gusto popular. El MolI de Sofia dicen que tiene una sala de cine IMAX que es la más grande de Europa.

La arquitectura urbana, sobre todo en el centro de Sofia, destaca por una combinación de estilos: Neobarroco, neorrococó, neorenacimiento y neoclásico, aunque también, en el siglo XX, se construyeron edificios de estilo vienés.

Mezquitas, sinagogas e iglesias, así como monumentos de la época romana esperan salir, algunos ya lo han conseguido, a la superficie, superando los escasos metros que los separan de ella. Cuando aflore todo lo que se está escavando, dará un cambio tan positivo a la ciudad actual, ya moderna y cosmopolita, que será’ merecedora por mi parte de una nueva visita para verlo y adrnirarlo también.

El hotel que, con mi hija, elegimos al azar, fue el Hotel Sofia, que dispone de una magnífico restaurante y, aunque la elección fue simplemente por ser céntrico, es un hotel digno de recomendar, pues desde él puede recorrerse la parte céntrica de la ciudad y pasear por jardines, donde se exponen para la venta iconos antiguos y modernos, que, por su belleza, animan a la compra. En otro mercadillo llama la atención de los paseantes la venta de objetos, muy variados, del régimen anterior, que los turistas aprecian y adquieren. La ciudad tiene una población aproximada de 1.211.000 habitantes, mientras la de toda Bulgaria suma unos 7.265.000.

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Para nuestro paseo seminocturno, contratamos una guía muy informada y amena, que nos refirió, respecto del cambio que se viene produciendo en la urbe, esta anécdota: Todas las calles que conducen al Palacio Real, desde el tiempo en que los reyes vivían en él, estaban cerradas al público y no se permitía ningún tránsito por ellas. Los adoquines de las calzadas tenían un color amarillento, a causa de la aleación o mezclas empleadas en su elaboración,.-se dice que incluía oro- pero no se fabricaban en el país. Hoy, desgastados, y menos amarillos, aunque se aprecia su color, necesitan mantenimiento y mucha reparación. La fabricación fuera del país, el oro necesario, el transporte y la elevada cantidad de adoquines requerida, hace imposible aceptar y pagar el abultado presupuesto de la reparación. Sin embargo, los habitantes que las transitan y pasean, parece tener asumido su mal estado, pues apenas se fijan en el suelo si no es para comentar su destrozo como anécdota, ya que la ciudad, a pesar de ello, tiene el carácter cosmopolita de una moderna capital.

Monasterio de Rila

Ninguna molestia me privó, al caminar, de poder llegar hasta el Monasterio de Rila y disfrutar de su magnificencia, porque el camino recorrido en la excursión de dos horas y media, en coche por supuesto, desde la capital, Sofia, hasta el Monasterio, fui acompañada por el rumor del agua que desciende desde las montañas RILA, que dan su nombre al Monasterio, al valle y al río, cuyo cauce se hace más profundo y llena de verdor el paisaje. El nombre es el mismo del apellido del monje, antes cortesano, Iván Rilski, hoy San Juan de Rila, canonizado por la iglesia ortodoxa, y ya venerado por los fieles antes de su muerte y posterior canonización, por cuantos le conocieron en su vida de ermitaño, que, por penitencia, dormía en el hueco de un árbol, tallado por el mismo con forma de ataúd. Tanta era su santidad que imponía veneración, en su humildad, a cuantos le trataron durante su vida de eremita. Hizo milagros en vida, como el del pastor y el del loco, quienes por su ayuda recuperaron la salud. Después de su muerte, siguen los búlgaros pidiendo su protección milagrosa. El agradecimiento se tradujo en limosnas logrando que el Monasterio sea el más grande y venerado de la península balcánica.

 

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Devastado el Monasterio por los turcos y restaurado después en el siglo XV fueron trasladados a él los restos de San Juan de Rila, en el año 1969, habiéndose conservado hasta entonces en la ciudad de TARNOV. En tres ocasiones fue saqueado en el siglo XVIII e incendiado en 1778, restaurándolo el Gobierno búlgaro, en 1833. Destruido nuevamente por otro incendio en el siglo XIX, tardo en reconstruirse 34 años. Fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1983.

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Describir la primera impresión del Monasterio, sin haber tenido antes noticia de él, ni siquiera fotográfica, sería la de «perplejidad ante lo sorprendente»: Tanto por el enclave de la construcción en pleno bosque, y con apariencia de fortificación debido al torreón que formó parte de la antigua muralla, que lo circundaba en los tiempos de saqueos e incendios por los turcos, como por la configuración, en la que ocupa el patio central el templo del Nacimiento de la Virgen, rodeado en el exterior por un peristilo semiabierto, adornado con columnas de mármol y anfibolita rematando su techo con cinco cúpulas.

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El interior del templo, de cincuenta metros de largo y treinta de ancho, está dividido en tres naves, cuyas paredes ostentan los geniales y magníficos frescos con que han sido decoradas, y no sólo le embellecen, sino que lo hacen único, y aún hay que añadir el extraordinario gusto artístico de todo el edificio. La decoración con adornos de arabescos, retratos de santos al esmalte y algunos con incrustaciones de piedras preciosas, guardados en el museo del propio Monasterio, es única. En su ornamentación, el color y el dibujo están unidos de tal manera que no pueden explicarse las emociones que contemplarlos provocan, porque son tan inconmensurables en su estética como didácticas en la enseñanza pretendida con las historias que los frescos van narrando en pasajes, a todo color: La historia Sagrada de nuestra religión, con personajes de la Biblia, que nos penetran por los ojos hasta el corazón, regalándonos un bienestar para el alma, agradecida a Dios por poder admirar tanto arte del que los seres humanos pueden gozar con solo llegar hasta aquí.dsc00333_400x300

Tras visitar el Monasterio, pudimos saborear la cocina casera de Bulgaria, sentados en la fresca, bonita y alargada terraza del restaurante ubicado a su izquierda, donde el pan exquisito y de sabor natural, servido entero en canastillas, nos causó tanta complacencia como los demás platos de la oferta gastronómica que, peregrinos, turistas y periodistas ensalzábamos al partir,  después de entrar una vez más al templo para fotografiar, como asiáticos, cuanto seguía llamando nuestra atención.

Como la nieve es parte importante en el clima y en la belleza del paisaje al estar presente buena parte del año, siempre se pueden observar ventisqueros, algunos muy primitivos, al recorrer los caminos. Para nuestro grupo, el soleado y buen tiempo que hemos disfrutado en las visitas, excusiones, compras y representación teatral, contribuyó a que el viaje, realizado para entregar el galardón de la Pomme dOr a Plovdiv, reconociéndole los esfuerzos para preservar el antiguo y magnífico patrimonio cultural que posee, resultara una experiencia casi vacacional. En silencio durante el viaje de regreso a Sofia seguía yo, recordando, incrédula, cuanto había visto y sentido una hora antes.