Al albor de los años 90, un buen amigo y director del Instituto Universitario de Estudios Turístico de Tenerife me invitó a ejercer la docencia, y durante algunos años disfruté de la riqueza de la universidad desde otro prisma. Habitualmente tras finalizar la jornada ambos nos reuníamos alrededor de un aperitivo y debatíamos sobre el mundo del turismo. En aquellos momentos, me propuso mirar hacia un gran país hermano, que él frecuentaba, y con el que mantenía magníficas relaciones, a través de convenios con sus Universidades. Como consecuencia de sus relatos, se despertó en mi el interés por aquella isla, me pareció un lugar fascinante, su idiosincrasia, su cultura, su música, su historia, su cocina, sus gentes…
Y como por arte de magia, me encontré en La Habana impartiendo clases como profesor invitado; sin haberlo pensado mucho, pasaron 10 años en un suspiro, porque anualmente convivía durante varias semanas en una de las ciudades más hermosas y sorprendentes de América.
San Cristóbal de La Habana es la capital de la República, fue fundada en 1519 por el español Diego Velázquez de Cuéllar. Siempre se consideró un enclave estratégico y codiciado, por lo que, como el ave Fénix, resurgió en varias ocasiones de los escombros y cenizas a las que fue reducida secularmente por piratas y corsarios.
En 1561 la Corona dispuso que fuese el lugar de concentración de las naves españolas procedentes de la colonias, antes de su regreso hacia el Viejo Continente; por esta causa, se pertrechó de fuertes defensas, consiguiendo ser la plaza mejor defendida del Nuevo Mundo.
Cuando empecé a vivirla estaba muy deteriorada y a pesar de ello seguía siendo muy hermosa. No cabe ninguna duda que me sedujo y me enamoré a primera vista. En esa década en la que la conviví, se inició un profundo rescate histórico, dirigido por la Oficina del Historiador, el Ilustre Eusebio Leal Spengler con el que tuve el placer de patearla a fondo y descubrirla. Hoy es Patrimonio de la Humanidad.
La Habana Vieja es el reflejo de un perfecto maridaje de estilos arquitectónicos y de testimonios de diferentes épocas: españoles, británicos, franceses y estadounidenses, todo ello aderezado con la singularidad del carácter del cubano. Para captar y sentir lo que trasmite, necesitaríamos como mínimo una semana “habanera”; no se deje engañar por la belleza de otros lugares de la isla, que los hay; pero para entender Cuba hay que impregnarse hasta el tuétano de la magia de La Habana.
Aquí el tiempo no existe. El no tener creencias convencionales la hace diferente en sus principios, todo esta más abierto, aunque tenga rescoldos abrasadores y del viejo comunismo. “Casi todo no es verdad”, pero tampoco mentira. No se proponga hacer planes, porque nunca se ejecutaran como los diseñó, esto no quiere decir que se pueda quedar insatisfecho, todo lo contrario tendrá un conocimiento más pleno.
La Habana es una perfecta tragicomedia en fascículos, con los mejores actores y actrices donde se cambia el guión en cada instante. Cuando nace el sol, si aún no sigue despierto se iniciará una gran aventura que ira variando, hacia Dios sabe donde. Cuando el sol descanse, aparecen otros astros más luminosos que siguen dando luz y brillo a la ciudad con otros colores, hasta que caiga derrotado por el cansancio y tenga que cerrar los ojos para que descanse la mente. En la Habana lo que hay que hacer es dormir poco e impregnarse de la sabiduría de este pueblo amable y singular, de su amplia cultura e historia, conversar…, departir…, escuchar… dejarse llevar por sus melodías, vibrar bailando, contemplar el mar, encontrar las estrellas… y siempre todo regado con sus genuinos rones a secas. Para los fumadores es el gran país…
Ernest Hemingway, Pablo Neruda, Ernesto Guevara, Nat King Cole, Winston Churchill, Frank Sinatra, Ava Gardner, Errol Flynn, Brigitte Bardot, Barón Thyssen Bornemisza, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Dupont, Celia Cruz, Xiomara Alfaro, Alicia Alonso, Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz, José Martí, Compay Segundo, Fidel Castro… todos ellos amaban la bohemia, ciudad que se convirtió en lugar de culto e inspiración de escritores, gangsters, intelectuales y artistas.
Les propongo a que disfruten en un hotel emblemático, el Nacional (1930), parte de la historia contemporánea de la isla, con una arquitectura ecléctica y donde se alojaron los mayores capos de la mafia norteamericana. Desayune, coja fuerzas y no deje de observar el trasiego en el Malecón, luego échese a deambular por sus calles. No necesitará ninguna guía turística, sus afables moradores, siempre con una sonrisa en sus labios le conducirán por una de las ciudades más sabrosas e interesantes del planeta, llena de colorido, …intégrese y será uno más.