Supongo que, como muchos otros, la primera referencia que tuve del Lago Nakuru me llegó en 1985 a través de la maravillosa película de Sydney Pollack, Memorias de África, durante la casi mágica escena en la que los personajes de Denys Finch-Hatton y Karen Blixen (interpretados magistralmente por Robert Redford y Meryl Streep) sobrevuelan en avioneta un precioso lago desde el que, alertados por el aeroplano, levanta el vuelo una impresionante bandada del protagonista alado en aquella zona del mundo, el flamenco rosa.
Décadas después tuve la oportunidad de recorrer aquellos territorios de Kenia, situados a tan solo unas horas de Nairobi (160 Km), y pude comprobar por qué el Parque Nacional del Lago Nakuru está considerado como uno de los grandes paraísos mundiales para los ornitólogos y aficionados a las aves.
Y no es para menos, porque este paraje protegido desde 1961, con una extensión de 188 kilómetros cuadrados, dominada en el centro por una gran cuenca lacustre rodeada de pantanos, sabanas y bosques, alberga más de 450 especies de aves y, en especial, entre enero y febrero, una inmensa concentración de flamencos rosas que encuentran, en las aguas saladas del Lago Nakuru, su hábitat ideal.
Al oeste delimitado por el talud del Gran Valle del Rift y cercado en todo su perímetro, para su propia protección y para evitar incidentes con la abundante población humana asentada en los alrededores, el parque es un lugar muy agradable en que pasar tres o cuatro días recorriendo en vehículo todoterreno sus pistas y disfrutando, no solo de la observación de las aves (su atracción principal), sino también de su variada y abundante fauna terrestre. Por allí discurre el espectáculo de la vida de cebras, búfalos, antílopes, jirafas, leones, leopardos, licaones, babuinos… y, además, entre otros muchos, dos grandes animales, en grave peligro de extinción, cuya abundancia en la zona hace que sean fáciles de observar y su contemplación en libertad se convierta en un recuerdo imborrable… Se trata de las dos especies de rinoceronte africano, el blanco y el negro.
Debido a la variedad de sus hábitats naturales, los aficionados a la fotografía tendrán la posibilidad de dar rienda suelta a su talento inmortalizando entornos y animales, combinándolos con los colores mágicos que aportan las lucen en las diferentes etapas del día… Con la caída de la noche llega el momento de escuchar los sonidos de la naturaleza, disfrutando de una refrescante cerveza, bajo un cielo abrumador cuajado de estrellas, convenientemente alojados en uno de los dos establecimientos hoteleros situados en el interior del parque.
En mi caso opté por el alojamiento más económico, el Lake Nakuru Lodge, un complejo de confortables cabañas independientes de madera, con todos los servicios, situado en un lugar muy agradable desde el que se tienen vistas al lago y se puede observar una amplia representación de la fauna local, pululando a poca distancia del porche de entrada a nuestro alojamiento. La atención, los servicios y la comida, a mi modo de ver y bajo el prisma africano, están muy bien… y me dejó un grato recuerdo la animación y el espectáculo nocturno con danzas y cánticos tradicionales de los kikuyu, la población mayoritaria entre las gentes del Gran Valle del Rift. En particular me encantó reencontrarme con la rítmica percusión de troncos y tambores que se utilizó como banda sonora para los títulos en el inicio de la película Mogambo.
Para evitar equívocos o falsas expectativas, desde el principio conviene aclarar que el Parque Nacional del Lago Nakuru no es el Serengueti, ni el Ngorongoro, ni el Amboseli, ni el Masai Mara… tan solo es un bello rincón en el corazón de África, con diferentes atractivos, en el que poder vivir una experiencia muy recomendable, no solo viajando en pareja, sino también en familia.