En estos últimos años, el destino me ha brindado la oportunidad, en diferentes momentos de bucear en el reino de Marruecos y en cada ocasión se me ha ido incrementado la fascinación por este país norteafricano. He curioseado y fisgoneado en su amplio desarrollo y en las libertades de sus moradores.
Como destino turístico, en la actualidad siempre lo he puesto como un ejemplo de éxito y progresión estratégica en su planificación, con grandes dosis de clarividencia. Hoy ya el turismo en Marruecos es prioritario en sus políticas de desarrollo. En sólo una década han multiplicado por tres las llegadas de turistas, sobrepasando los 10 millones. Y después de analizarlo con detenimiento, estoy convencido que en 2025 doblarán estos guarismos. Pronto, entrarán a formar parte del selecto club de los TOP-TEN del turismo mundial.
Para conseguir estos excelentes resultados, han combinado con exquisitez seguridad total, profesionalidad, instalaciones e infraestructuras de primer orden. Como reseña Marrakech es hoy la ciudad más turística de todo el continente y como he escrito y hablado de ella en varias ocasiones en radio y televisión; quisiera invitarles a visitar otro lugar único; la ciudad ismaelita de Meknes cuya belleza sólo es comparable con su gloriosa historia ya que ha sido a través de los tiempos paso obligado entre las llanuras atlánticas y las mesetas del Oriente, entre el Atlas Medio Septentrional y las colinas prerifeñas.
Ciudad imperial junto a Fez, Marrakech y Rabat. Atravesada por el afable río Boufekrane, con su mágica medina que es Patrimonio de la Humanidad. Menknes es envolvente por sus kilométricas murallas, palacios, mezquitas, madrazas, jardines, cuencas, pozos, museos, grandiosas puertas y sus pobladores. Territorio de tierras fértiles, lo que la convierte en la huerta del Reino, repleta de olivos, de viñedos y de mil frutales que dejan multitud de fragancias llenas de vida.
Fue fundada en el siglo X por la tribu Zenetes Meknasa provenientes del oriente y deslumbrados por su fecundidad. Un siglo después, conquistada por los Almorávides y rápidamente por sus estratégicas condiciones, la clasificaron en el primer rango de las ciudades imperiales. El siglo XVII le llego su máximo esplendor con Mulay Ismaíl, que la convirtió en la capital de Marruecos, construyéndole unas imponentes fortificaciones con sus majestuosas y bellas puertas. Su fallecimiento, en 1727, hizo que la ciudad comenzara su decadencia hasta perder el título de capital.
Su primer palacio, Dar el Kbira tiene dos mezquitas y más de veinte casas. Dar al-Makhzen presenta una magnífica perspectiva de soportales a cielo abierto y el mausoleo de Mulay Ismail es una de las medidas de la grandeza del sultán.
Tuve el honor de ser recibido por las primeras autoridades de la ciudad que me invitaron a una suculenta cena llena de aromas, color y música tradicional Malhun aderezada con una “pastela” a la canela y un delicioso cordero, en uno de los recintos más bellos y simbólicos de la ciudad, el Heri Souani que data de la época del Mulay Ismail y que fue el colosal granero, los pozos de agua y las caballerizas que albergaron a los 12.000 equinos de su potente ejército; aquí se rodaron históricas películas de Hollywood como la “última tentación de Cristo” dirigida por Martin Scorsese y Jesús Nazareth, entre otras.
Las murallas se extienden sobre unos 40 kilómetros de longitud, componiendo tres círculos casi concéntricos que dificultan aun más llegar a su corazón; están perforadas por veinte puertas fortificadas, torres y bastiones. Las puertas son verdaderas obras de arte y los zocos ofrecen un viaje pintoresco e insólito al pasado. La plaza Al-Hédin es el punto de partida para adentrarse y descubrir la medina. Esta gran explanada es un paso ineludible para el acceso a los enigmáticos zocos, donde abundan los puestos de aceitunas, limones confitados, especias, menta…. La calle Nejjarine da acceso a la mayoría de los bazares cubiertos a menudo de emparrados o de cañas. Los artesanos están en pequeños tenderetes alineados a lo largo de los callejones por donde debe perderse y olvidarse del dichoso tiempo. Esta es una de las regiones de artesanos ancestrales en el arte de la madera tallada y pintada, del tejido (alfombras, bordados…), del hierro forjado o damasquinado y del cuero (marroqinería, encuadernación y babuchas) …
Al atardecer y con las últimas luces del día la gran plaza se anima para acoger a vendedores, mercachifles, acróbatas, juglares, encantadores de casi todo… y que mejor que tomar un buen té, y ser un observador y protagonista de privilegio.