Hay aspectos de la vida cotidiana de un país que la lente de la cámara no puede captar, la amabilidad de su gente.
Myanmar, el pueblo que no finge la amabilidad; el país que acoge al turista con un caluroso y cariñoso recibimiento. Myanmar hace honor a su fama de ser uno de los países más hospitalarios del mundo. El país que contagia su sonrisa. Gentes con un afecto sentido, una bondad que se refleja en las miradas de ojos oscuros y profundos. Miradas alegres, a veces impenetrables, propias de quienes llevan la alegría o la pena dentro. Ojos desafiantes que miran fijamente a la cámara del extranjero sin ninguna vergüenza, sin ningún tapujo.
Tras un largo vuelo aterrizamos en el aeropuerto de Yangón. Set Myo, nuestro guía, recibió al grupo con su amplia sonrisa. Vestía el longyi, falda masculina tradicional, ideal para combatir el calor y la humedad.
Gran Maestro, excelente persona, conocedor profundo de la historia del país y sus costumbres. Con él recorrimos las ciudades más emblemáticas de Myanmar, desplazándonos de unas a otras en cortos vuelos de una asombrosa puntualidad.
La diversidad de Yangón
Epicentro económico y cultural de Myanmar fue hasta 2005 la capital del país. Ciudad moderna que convive con su pasado colonial. Impresionantes edificios gubernamentales como el Ayuntamiento, la Oficina General de Telégrafos, el Tribunal Supremo o el Tribunal Superior, perfectamente conservados, se mezclan con edificios coloniales casi en ruinas, pintados en tonos pastel y recubiertos de vegetación. Una ciudad de contrastes, donde converge la diversidad cultural y religiosa. Templos budistas, hindús, chinos, sinagoga, mezquita, iglesia y catedral testigos de las distintas fes que se profesan, conviven en armonía. Un breve viaje en el tren circular nos abrirá los ojos a la cotidianidad de Yangón. Vagones repletos de vendedores de fruta, plantas, pasajeros dormitando en los asientos, monjes y monjas budistas, ellos vestidos con túnicas rojas ellas de color rosa. Mujeres, hombres y niños con el rostro decorado con thanaka, pasta de color amarillo extraída de la corteza del árbol que da origen a su nombre, utilizada como protector solar. Más allá de una aplicación cosmética, hoy en día el thanaka es considerado como una expresión diaria de cultura tradicional.
Entrada la tarde, nos dirigimos a visitar Shwedagon pagoda, el santuario budista más visitado y venerado del país. A pesar de que miles de personas acuden diariamente a rezar, la quietud es inmensa.
Construida hace más de 2500 años, su estupa central, cubierta de pan de oro, está rodeada de 64 pagodas.
Me siento en la Plaza de los Deseos y observo a los fieles arrodillados frente a la gran estupa rezando para que se cumplan sus deseos. Yo espero que se cumpla el mío.
Caída la noche, la vista es impactante. El brote de plátano de la estupa dorada de 99 metros de la pagoda Shwedagon, domina e ilumina la oscuridad del cielo de Yangón, negro sobre dorado.
Fascinada por Bagan
Enclave religioso y lugar de peregrinaje, sus templos han sido declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO el pasado mes de julio.
Antigua capital del imperio birmano, la ciudad se sitúa a lo largo del legendario río Ayeyarwady. Actualmente más de 3000 templos que datan de los siglos X a XIII D.C. conforman la zona arqueológica. El templo más representativo, construido en 1105 D.C., Templo Ananda, conocido como la joya de Bagan, es una auténtica obra maestra. Su nombre deriva del sánscrito, “muy hermoso”, y es famoso por sus cuatro budas de pie que miran hacia los cuatro puntos cardinales.
Recorrer Bagan a pie, en bici, moto, carro de caballos o sobrevolarlo en globo es una experiencia emocionante. Se esconde el sol y la silueta rojiza de las pagodas se difumina con el verde de la llanura dejando en el horizonte una estela de colores bellísima, fenómeno descrito por Marco Polo como “una de las imágenes más bellas del mundo”.
El encanto de Mandalay
La mano de Buda toca la Tierra para invocarla a ser testigo mientras que las extremidades y los dedos suelen representarse alargados. La palma hacia arriba simboliza la calma meditativa y la postura del loto se usa para meditar. Pero hoy, en el Templo Mahamuni, uno de los templos más sagrados de Myanmar, mientras que los hombres aplican pan de oro sobre la figura de Buda, a las mujeres no les está permitido acceder al santuario.
Me encuentro a un numeroso grupo de mujeres en el Monasterio Shwenandaw, uno de los mejores ejemplos de construcción tradicional de madera del país del siglo XIX.
Construcción que contrasta con la Pagoda Kuthodaw, una de las más bonitas de Myanmar. La estupa principal está rodeada de 729 pagodas secundarias de color blanco, en cuyo interior se conservan unas estelas de alabastro escritas en pali, considerado en su conjunto uno de los mayores libros budistas del mundo.
En Amarapura, sobre el lago Taungthaman, mujeres, hombres, niños, parejas y turistas pasean alegremente por los 1,2 kilómetros del mítico Puente U Bein, el puente de teca más antiguo y largo del mundo. Recorrerlo con la mirada desde uno de los barcos que se ordenan en fila frente al puente para observar la puesta de sol es la opción más solicitada por los turistas.
Lago Inle. Paz y tranquilidad
Abandonamos la llanura de Mandalay y nos adentramos al corazón del país, en el paisaje montañoso del Lago Inle. ¡Bienvenido al paraíso, la Venecia de Myanmar! Cambia el paisaje, el clima, el longyi es sustituido por unos cómodos pantalones más adecuados a la temperatura -más fresca- y a la vida rural que se desarrolla en el lago, rodeado de una increíble flora y fauna. Centro de cultivo, pesca y producción de artesanía local, en el lago conviven 17 aldeas con su propia cultura y tradiciones. Las casas se erigen sobre pilotes, rodeadas de jardines flotantes. Los Intha, hábiles barqueros y pescadores, son famosos por su estilo único de remo en el que separan una pierna mientras usan la otra para empujar el remo a través del agua.
Expertos en tejer telas coloridas de seda o algodón, producen una tela de lino tejida con filamentos extraídos de tallos de loto que crecen en el lago, el único material de este tipo en el mundo.
Navegando por el lago en lancha tradicional llegamos al conjunto de pagodas Indein. Es sábado. Mujeres, hombres y niños se afanan en embellecer su entorno quitando la maleza que ha mantenido durante años escondidos los templos.
Myanmar es el destino ideal para practicar el “Slow travel”. “Un estado mental. Se trata de primar las experiencias sobre los paisajes o monumentos. De rechazar las ideas habituales del turismo de masas y sustituirlas por la oportunidad de empaparte del lugar en el que te encuentras, de su gente y sus historias, tradiciones, costumbres… Mantener tu cabeza y alma abiertas a nuevas, e inesperadas, experiencias.”
Myanmar es mucho más que pagodas, es un estilo y un sentimiento de vida. Deja los prejuicios, olvídate de los zapatos, camina descalzo por los templos, abre la mente y disfruta del viaje, sólo o acompañado. Según el ranking de El Mundo Viajes en su edición de septiembre 2019 Myanmar se encuentra entre los diez mejores países del mundo para viajar solo.
De vuelta a Yangón, en Sule Pagoda, busco mi Buda representado en el día de la semana en que nací, el jueves.
Sigo el ritual y le hago un ofrecimiento, lo baño con agua y toco la campana tres veces: señal de que comparto mi alegría con el mundo. Recuerdo mi deseo formulado en la Plaza de los Deseos de Shwedagon Pagoda: volver a Myanmar.