ruta del vino ribera del duero: día 3 y último

Comenzamos nuestra ruta del tercer día con una nueva y grata sorpresa, una visita a Sotillo de la Ribera, un pequeño municipio de la provincia de Burgos de apenas 500 habitantes que impresiona por su dilatada historia y que en 1665 obtuvo la condición de villa por Real Privilegio de Felipe III. Nuestra llegada coincidió además con la celebración de la IV Feria del Vino, bajo el sugerente nombre de Sotillo, el Vino y Yo, un evento singular que rinde homenaje a las bodegas tradicionales de la zona.

Allí nos recibió el presidente de la Ruta del Vino de Ribera del Duero, Miguel Ángel Gayubo, quien nos introdujo en el corazón de la feria, nos llevó a conocer las bodegas y nos animó a degustar los vinos y las tapas que expositores y bodegueros ofrecían a los visitantes. Asistimos a diversas actuaciones de folclore local y conocimos de primera mano las hondas y enraizadas tradiciones de una villa marcada por la cultura del vino, que presume de contar con 86 bodegas subterráneas que recorren a modo de laberinto más de 3 kilómetros a través de la horadada ladera del cerro de San Jorge. Sobra decir que estas bodegas subterráneas son visita obligada para los amantes de la historia y la cultura vitivinícola dada su inusitada belleza y singularidad.

Coronamos esta última jornada con una visita a las Bodegas Ismael Arroyo – Valsotillo, una bodega familiar de larga tradición vitícola, en compañía de Aurora Lázaro, que nos introdujo con todo lujo de detalles en la historia pasada y presente de las bodegas subterráneas, guiándonos a través de abruptos y plomizos túneles. El recorrido por esta bodega resultó ser una de las experiencias más asombrosas de nuestra estancia de tres días en la Ruta del Vino Ribera del Duero y la infinita paciencia de nuestra anfitriona nos permitió disfrutar enormemente de aquella impresionante bodega que quedará grabada para siempre en los amplios reportajes fotográficos que realizamos. Allí tuvimos ocasión de degustar distintas variedades de sus vinos, que son criados y mimados en unas excelentes condiciones, pues la temperatura natural y constante en este espacio subterráneo oscila entre los 11 y los 12 grados centígrados. El vino hace una excelente crianza en barricas de roble americano y francés, toda vez que a las citadas condiciones de temperatura natural hay que sumar la ausencia de luz y vibraciones en los túneles que conforman la bodega.

Tras las despedidas de rigor y con nuestro más sincero agradecimiento por tanta hospitalidad, tomamos rumbo a la capital del reino con cierta sensación de descubrimiento, de habernos asomado con una mirada diferente a una de las rutas vinícolas más reputadas y apreciadas dentro y fuera de nuestras fronteras y visita absolutamente recomendable para cualquier amante del vino, el enoturismo y la naturaleza.

Para finalizar, me gustaría agradecer a todas las personas, empresas y entidades que nos abrieron sus puertas y nos hicieron disfrutar de una estancia memorable, muy especialmente a nuestra abnegada cicerone Cristina García.

Imagen: Momo Marrero