talavera de la reina… ¡wow! (I)

Recientemente he tenido la oportunidad de visitar Talavera de la Reina, ciudad española situada en la provincia de Toledo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, a escasos 122 kilómetros de Madrid.

Como siempre, había preparado mi viaje informándome sobre el destino e intercambiando datos con los miembros de FIJET España que formaban parte de la expedición organizada por dos empresas locales, Eventos Talavera y Turinova, interesadas en promocionar la ciudad y la comarca como destino turístico. Los diez integrantes del grupo partíamos con unas expectativas muy altas, pues llevábamos varias semanas manteniendo contacto frecuente con las responsables de ambas empresas, María Godoy y Eva Martínez respectivamente, con la idea de determinar los detalles de nuestra estancia en tierras manchegas. Solo puedo decir que al finalizar el viaje, cuando me preguntaron mi opinión, contesté Talavera de la Reina… ¡wow! dada la magnitud de mi sorpresa ante las posibilidades del destino.

Salimos de Madrid con destino a la ciudad que nos acogería durante varios días recorriendo un trayecto cómodo de apenas 90 minutos que nos adentra en los campos de Castilla. La ciudad, ubicada en la margen derecha del sedante río Tajo, es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por su rica y basta cultura cerámica, hasta el punto de crear una seña de identidad propia, reconocida como estilo Talaverano. Destaca también por su amplia variedad de monumentos históricos, como la Santa María la Mayor y su Colegiata, la Iglesia de Santiago El Viejo, la Basílica de la Virgen del Prado, la Iglesia de San Prudencio, el Colegio Cervantes, el Palacio Arzobispal, el Puente de Santa Catalina, la Plaza del Pan o las murallas perimetrales de la antigua ciudad, entre otros.

Mención especial merece la que se considera la fiesta más antigua de la península ibérica, Las Mondas, una celebración de origen romano (tal vez incluso anterior, según diferentes historiadores) en honor a Ceres, diosa romana de la agricultura, las cosechas y la fecundidad.

Una vez en Talavera, nos dirigimos en primer lugar a los apartamentos donde nos hospedaríamos y que se convertirían en epicentro de las jornadas que estaban por llegar. Los Blue Windows House, son hermosos, cómodos, con unidades alojativas amplias y bien decoradas, y una sorprendente fachada de estilo neomudéjar construida a principios del pasado siglo. Un punto a su favor es la ubicación del complejo, en pleno casco histórico, a escasos metros de la muralla del siglo IX. Y personalmente destacaría del alojamiento su excepcional servicio, con un magnífico trato por parte del personal.

Tras la recepción por parte del alcalde del municipio y la concejala de turismo, partimos a visitar el museo Ruiz de Luna, en el antiguo convento agustino del XVII, donde pudimos confirmar la magnificencia de la obra del insigne alfarero. Su colección es realmente hermosa, digna del museo que la alberga, y presenta una amplia variedad de piezas que nos confirma la dilatada trayectoria del autor. La grandeza de su obra sin duda posiciona a Talavera como una referencia mundial en el arte de la alfarería.

Finalizada la visita nos dirigimos en un breve recorrido andando hasta el taller y exposición de cerámica d Santos Timoneda, donde fuimos testigos del proceso artesano de elaboración de la cerámica y su gran variedad de aplicaciones. Nos llamó poderosamente la atención la entrega, la vocación y el compromiso de quienes mantienen viva la tradición alfarera.

Seguimos nuestro recorrido callejeando por el casco histórico, admirando la monumentalidad de su patrimonio y su riqueza arquitectónica, hasta llegar al centro gastronómico y de tapeo del municipio, que merece un tratamiento especial en un próximo artículo. Finalizamos la jornada en el Complejo de Ocio y Gastronomía San Peter, un espacio a la altura de las grandes capitales europeas del ocio. En sus generosos 1800 m2 se concentran diferentes ambientes denominados TGB, Tagliatella, Gatsby, El Botánico y La Bombonera, que cautivan al cliente.

Imagen: Momo Marrero