Francia tiene, al menos, cien pueblos bonitos registrados por su Organización Turística. Pero el viajero que visite el Departamento de Vaucluse (Provenza) está de suerte: siete de ellos están allí y lo que es más importante: todos están a tiro de piedra uno de otro.
Gordes ¿el más bonito?
Uno de esos antiguos pueblos que sorprende a todo visitante. No en balde tiene el honor de pertenecer a la organización “Los 100 pueblos más bellos de Francia” Encaramado en lo alto de un cerro y rodeado de enormes valles y viñedos es como un compendio de lo que es la comarca de Luberon, el “Corazón de la Provenza”. Desde muy lejos se percibe ya su pintoresca silueta. Pero cuando llegas a ese pétreo pueblo has de rendirte a sus pies. No queda otra. El castillo es su majestuosa tarjeta de visita. Con sus fuertes murallas fue durante siglos una de las vigías de la Provenza.
Pero al descender por sus angostas callejuelas te sorprenden sus románticas casas. Algunas, construidas en medio de extrañas aberturas. Lo puedo comprobar cuando Bernard S., uno de sus escasos vecinos, sale a la puerta de su casa y me invita amablemente a visitarla. El impacto es mayúsculo: sus habitaciones tienen poco que envidiar a las de un hotel de cinque etoiles. Lo único que las diferencia es que algunas de sus paredes pertenecen a la propia roca de la montaña. “Je suis hereux ici entre roches” se ríe el afortunado propietario (¿Y quién no?,pienso yo para mis adentros)
Gordes es también el guardián del espíritu artístico. Son numerosos los pintores que han marcado historia en este incomparable pueblo: Marc Chagall, Pol Mara, Victor Vasalery por no citar más… Estos artistas — como ahora haría cualquier viajero actual–, se dejaron envolver por la voluptuosidad de uno de los más bellos pueblos de Francia.
Seguret… y cinco más
Al abandonar Gordes, eso sí, con nostalgia anticipada, se puede seguir hacia Seguret. Un pueblo medieval que aparece ante tu vista como si fuera un belén provenzal a tamaño natural. En la ladera de una colina se fusiona en la roca en medio de un océano de viñedos. Lavadero, fuentes y plazuelas se encuentran a la sombra de sus callejones. Más al sur, Venasque se adentra en su espolón rocoso hasta sus impresionantes murallas desde donde se domina el valle de Nesque, que ofrece una majestuosa panorámica. No muy lejos, se encuentra Ménerbes,que se asemeja a un barco de piedra anclado cual Arca de Noé en el monte Ararat, albergó a pintores como Picasso y Dora Maar, y al escritor británico Peter Mayle. Éste contribuyó a que el pueblo fuera reconocido mundialmente por su best-seller “Un año en Provenza”. Por su parte, Roussillon, no se parece a ningún otro: el sol viste sus casas de color ocre, rojo y oro. A continuación, el itinerario continua por Loumarin, Ansouis, y tanto otros menos conocidos, pero merecedores de visitarse si aún dispones de tiempo. En muchos de los pueblos se han filmado famosas películas que uno puede reconocer si, además de ser francófilo, es también cinéfilo.