La isla de las especias, llamada originariamente Unguja, es un territorio perteneciente a Tanzania. Está situada geográficamente a 40 kilómetros de la costa oriental de África y forma parte del archipiélago del mismo nombre junto con Pemba e Isla de Mafia, entre otras. La capital de Zanzíbar, Stone Town, es su centro económico y cultural, una ciudad mundialmente conocida por ser el lugar que vio nacer al malogrado cantante del grupo británico Queen, Freddy Mercury, y por su centro histórico, la Ciudad de Piedra de Zanzíbar, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.
De Zanzíbar destacaría su rico mestizaje histórico, pues a lo largo de los siglos ha recibido el influjo de persas, árabes, musulmanes, portugueses e ingleses, que se ha fundido hasta enriquecer su propia cultura, la swahilli.
Para conocer Zanzíbares imprescindible adentrarse en su capital y recorrer sus callejuelas inalterables en los últimos siglos, que evocan a los zocos árabes. Es preciso visitar sus bazares, sus mezquitas, sus mercados (especialmente el impactante Darajani, por su variedad, exotismo y olor penetrante) y deleitarse con sus bellas puertas de madera profusamente decoradas por portentosos ebanistas, que señalan la posición social de sus habitantes. Es inevitable sumergirse en un infinito y embriagador olor a especias, nuez moscada, cardamomo, pimienta, clavo, cilantro, canela, jengibre,lemon grass…Es obligatorio visitar los edificios construidos en piedra de coral, el antiguo fuerte, hoy convertido en Ayuntamiento, la Casa de África, la Casa Maravilla,…
Descubrir Zanzíbar es admirar sus impresionantes playas de color turquesa y singular belleza, como la playa de Nungwi, situada al norte de la isla; visitar el poblado del mismo nombre y disfrutar de una grata navegación en un dhow, embarcación artesanal típica de la zona; gozar del idílico paisaje de la costa o hacer snorkel y recrearse viendo la fantasía de sus peces multicolores; o la playa de Paje, en el sureste de la isla, caracterizada por la profusión de algas marinas, que constituye la principal economía de la zona junto con la actividad hotelera; sin olvidar la playa de Jambani o Kizimikazi, también de gran belleza, donde practicar los deportes náuticos o el avistamiento de delfines. Es adentrarse en el bosque de Jozani, un reducto de bosque tropical en el que habita el colobo rojo, una especie de mono que solo habita en esta zona del mundo. Es visitar las embriagadoras plantaciones de especias que dan sobrenombre a la isla. Es degustar su variada gastronomía, tan mestiza como su cultura, con influencias árabe, india, británica y africana, y disfrutar particularmente con la sambuza, una empanadilla de verdura que me recuerda a la samosa hindú (uno de mis platos preferidos), y con su gran variedad de pescados y mariscos.
Para comprender Zanzíbar hay que recorrer la isla (islote) Mnemba, una isla privada donde veranean no pocos magnates de la jet internacional, y sumergirse en sus cristalinas aguas, visitar la Prison Island (Zanzíbar fue un antiguo centro de esclavos entre los siglos XVII y XIX durante el periodo de gobierno omaní) y descubrir sus famosas tortugas gigantes. Y no podemos partir sin zambullirnos en las turquesas aguas de la playa de Kiwengwa, un hermoso litoral de finísima arena donde disfrutar de oníricos atardeceres o simplemente pasear por su orilla y cruzarse con los altivos masai, siempre prestos a regalarnos su infinita sonrisa.
Sentir Zanzíbar es adaptarse al ritmo local, es dejar que el tiempo transcurra con esa cadencia propia del lugar, es vivir y dejar vivir, es entender que no hay problemas, Hakuna Matata.
Imágenes: Momo Marrero