Cada vez me seducen más los encantos de mi planeta. Tengo claro que cualquier enclave es único… singular… e irrepetible. Y por tanto, el primer precepto de un buen viajero es no hacer ningún tipo de comparación. Quién coteje… está perdido… y malgastando su tiempo.
Deseo acompañarles en un viaje por la esplendorosa capital de la República Eslovaca, en el corazón de Europa y que desde 2004 es miembro de la UE. Un enclave de picos sublimes, valles fértiles, con un pueblo hospitalario y con un río que ha escrito la historia y da de beber a sus fecundos campos.
Los territorios del sur de Eslovaquia, incluyendo Bratislava; formaron parte del Reino de Hungría desde la llegada de los húngaros en el 895 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. En 1920 el Tratado de Trianon le otorga el territorio actual ocupado por Eslovaquia a Checoslovaquia. El final del comunismo en 1989 significó también el fin de Checoslovaquia como tal y la creación de dos Estados sucesores: Eslovaquia y la República Checa, los cuales separaron sus caminos en 1993.
Bratislava es el centro político, económico y financiero de esta risueña nación que cuenta con una excelente oferta cultural. La moran, medio millón de almas y la cruza el sinfónico Danubio. Es la única capital del mundo que tiene frontera con otros dos países: Hungría y Austria
Para llegar, la mejor opción por combinaciones es hacerlo a través de Viena; y allí pasar un par de días en la que fue la capital del mundo en recientes tiempos pretéritos. Para trasladarnos a Bratislava sugiero hacerlo en una romántica navegación por el grandioso Danubio (60 km) Cuando divisemos el puente SNP habremos llegado al casco histórico, meollo palpitante de la urbe. En el centro del puente y a unos 100 m. de altura observaremos la mejor panorámica de la Bratislava. Les propongo cenar en su extraordinario restaurante de nueva cocina regional. Casi en conjugación con el cielo disfrutará de una sublime puesta de sol, de la luna impregnándose con la cultura, historia, Danubio, estrellas, castillo, catedral, campanadas y olor a viñedos entre el armonioso ruido del agua que corre deprisa hacia el mar…
Para alojarnos, directamente al hotel más emblemático de la ciudad El Grand Hotel River Park que está acariciado por el Danubio y al amanecer siempre está saludándome desde mi ventanal en el piso décimo; ahí como testigo permanente de la historia. ¡Qué enamorado estoy del dichoso Danubio!
Es una ciudad muy accesible y caminando desde el hotel por el paseo junto a la orilla, nos encontraremos la mayoría de los puntos de interés. Es ideal para impregnarnos de ella a pie. Su centro histórico es muy compacto con muchas huellas de su pasado monárquico, donde algunas de las hermosas mansiones fueron hogar de grandes artistas, arquitectos o inventores tan conocidos como Hunmel, Mozart, Liszt, Beethoven, Bartól, Haydn, Laban… A la vez es muy atractivo su pasado comunista reciente que ha dejado sus huellas profundas, impregnadas en la epidermis de sus pobladores. Bratislava esta rodeada de viñedos que producen unos excelentes caldos que deben degustar en sus típicas tabernas.
Es muy agradable pasear por sus calles salpicadas de plazoletas arboladas, iglesias y palacios, en los que se sitúan los principales museos de la ciudad.
Toda la ciudad esta aderezada de bellas esculturas que le asombraran en cualquier esquina. Schöne Náci que es un elegante hombre vestido con un frac, con cachaba y sombrero de copa. Čumil, “el hombre curioso” que se asoma desde una alcantarilla; El soldado del ejército de Napoleón inclinado sobre un banco o el escritor Hans Chistian Andersen que visito Bratislava en 1841, son algunas de las más fotografiadas.
En el centro esta el antiguo Ayuntamiento que data de 1868, es la sede del Museo Etnográfico. Subamos a su torre principal, luego bajemos a sus mazmorras en las que se expone una macabra exposición de artilugios de tortura. A continuación, caminemos hacia el Palacio neoclásico del Primado del s. XVIII donde los representantes de Francia y Austria firmaron el tratado de Pressburg como consecuencia de la victoria de Napoleón en la batalla de Austerlitz. Callejeando siempre sobresaldrá la torre majestuosa de la Catedral gótica de San Martín (s. XV). Tas diferentes paradas y algunas que otras excelentes cervezas de barril, cojamos los cómodos vehículos históricos que en nuestro idioma nos enseñaran con detalle este enclave, para posteriormente llevarnos a la parte alta, donde en un montículo sobresale firmemente el Castillo de Bratislava que fue la residencia real. En la actualidad es el icono y la sede del Museo de Historia. Desde la torre de la coronación, donde se guardan las joyas reales, se puede disfrutar de otra fantástica observación de esta mágica ciudad.
También hay que acudir a la popular iglesia de Santa Isabel o iglesia azul, consagrada a la santa y princesa húngara. Un sorprendente santuario de estilo Secesión construido en la década de 1910. Tiene preciosos mosaicos, en particular en la portada, con escenas de un milagro de la santa. Merece la pena acercarnos a la Galería Nacional Eslovaca, un palacio del s. XVIII con aires soviéticos, donde se muestran las colecciones del mayor museo de Eslovaquia que abarcan un periodo de cinco siglos de producción artística europea.
Ya fuera de la ciudad pero a escasos 15 kilómetros no deben dejar de ver el castillo Devín que se erige sobre una enorme roca elevada sobre la confluencia de los ríos Danubio y Morava. Sus orígenes se remontan al Gran Imperio de Moravia (el que se puede considerar como el primer estado eslavo), entre los siglos IX y X, período en el que fue un importante emplazamiento militar y comercial. En 1809 fue destruido por las tropas de Napoleón. Es uno de los espacios históricos y arqueológicos más importantes de Europa Central rodeado de un escenario natural donde podrá practicar todo tipo de actividades en conjunción con la naturaleza.
No deje de experimentar nuevas sensaciones que le subirán la adrenalina, al pie del castillo tome una lancha rápida y vuelva a la ciudad casi volando a través de la espuma del Danubio, observando un habitad natural protegido de inmensa belleza. Si tiene suerte le guiarán volando raudos patos que le indicaran el buen camino.
Para los amantes de las tecnologías de última generación les indicamos visitar la planta de Volkswagen donde se fabrican cinco modelos diferentes de automóviles bajo el mismo techo, entre ellos el Porche Cayenne. Creerá estar en el futuro, rodeado de cientos de robot que circulan ordenadamente por una fabrica en la que trabajan más de doce mil personas. No pierda la oportunidad de rodar a alta velocidad en su circuito de pruebas como el más hábil piloto de la Fórmula 1.
Y para poner el broche final a este viaje; acicálese con sus mejores galas y reserve una noche de Opera o Ballet. Yo tuve la gran suerte de disfrutar de “La Bohème» con más de 250 actores en escena y la Orquesta Sinfónica de Bratislava, con la cual llore de emoción.