Ribera del Duero: Viajar, beber, vivir

Todas las pautas indican que en nuestro país se beben unos 20 litros de vino por persona y año. Un consumo que decrece, si bien se incrementa el consumo de vinos de calidad. Hasta hace nada, ningún pacto se sellaba o apalabraba sin la presencia de una copa de vino. Hoy bebemos menos, pero mejor. De la cifra récord de 11 millones de hl en 2021, hemos pasado a 9 millones en 2022 (5.4 de tinto, y 4.3 de blanco). Si bien el blanco ha ido creciendo, el consumo de tintos ha ido “perdiendo fuelle”. Es decir, baja la demanda de tintos, frente al aumento de los blancos y rosados.

Ello no obstante, Ribera del Duero, que es tierra de tintos, mantiene unos estándares claros de calidad y demanda verdaderamente envidiables, y que, consecuentemente, se pagan a precios más o menos razonables. Pero no es éste un trabajo sobre la recién terminada campaña, ni tampoco un examen exhaustivo sobre la merma de producciones (por causas climatológicas), ni tampoco del comportamiento del consumidor ante el vino. Queremos ocuparnos exclusivamente, de la Ribera del Duero (con mayúscula), de la excelencia de sus vinos, la grandeza de sus gentes, y la variedad y pintoresquismo de sus paisajes.

Y comenzamos con este Duero, aquí adusto y noble, marcando Castilla. Y allí altivo, lejano, marcando país… y cambiando de acento y hasta de nombre… Durius, Douro, de oro, más agua, y también mucho vino. Aunque allá es muy otro el color, más acentuada su graduación y harto distinto el dulzor… Ése es, ciertamente, otro Duero…

DURIUS, DUERO, DOURO

Un río, el Duero; un personaje, el Cid; un testigo, el vino; un enclave, La Ribera (con mayúscula)… Así, a secas, porque no puede haber otra ribera (con minúscula) tan pródiga en tintos ni en héroes ni tampoco en heroínas… Y además, el padre Duero ha sido cantado como pocos, por poetas de todas las guisas. De Antonio Machado (“Alta paramera donde corre el Duero niño… ¿Acaso como tú y por siempre, Duero, irá corriendo hacia la mar Castilla?”), a Fray Luis de León, el de la Vida retirada (“¡Oh monte, oh fuente, oh río!”. Pasando por el Jorge Manrique de “Nuestras vidas son los ríos…”.

Ribera del Duero. Valdubón Laura Martín / JMC
Ribera del Duero. Valdubón Laura Martín / JMC

Los poetas han cantado a los ríos, y al Duero en particular. Cervantes le pone voz a este río en La Numancia:”¡Qué envidia y qué temor, España amada te tendrán las naciones extranjeras!”. Hasta Góngora lo alaba: “Jura Pisuerga a fe de caballero/ que de vergüenza corre colorado/ sólo en ver que de Esgueva acompañado/ ha de entrar a besar la mano al Duero”. Y García Lorca: “Terminó la antigua historia romántica del río… La historia está quieta… Pero todavía el viejo y solemne Duero sueña, y ve combatiendo borrosamente a las grandes figuras de su romance”. O Gerardo Diego: “Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja;/ nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua”.

También han cantado al Duero Miguel de Unamuno, Blas de Otero (“El Duero. Las aceñas de Zamora. El cielo luminosamente rojo. Compañeros. Escribo de memoria lo que tuve delante de los ojos”). Y el llorado Agustín García Calvo, o Claudio Rodríguez que lo denominó “río Duradero” en su poema El ruido del Duero. Y hasta suena bien en portugués: “O meu río Douro/ de vinho famoso/ O río dourado/ nao sejas vaidoso…” (Aceñas del Duero, Tordesillas, Toro, Zamora. Junta de Castilla y León).

POETAS PARA CANTARLO…

El poeta extremeño Pedro de Lorenzo, allá por los 60´s cantó mucho y bien a los ríos (“Me he asomado a las aguas… su nacimiento en Urbión, Las cuatro Lagunas, los pueblecitos serraniegos; la tierra quemada, heroica, de Numancia; la piedra, cárdena, de Soria… He tomado apuntaciones para una canción nueva del Duero…”. Dejó dicho el extremeño, que el río no es siempre –ni casi nunca- sólo agua. “Es más bien una corriente literaria”. Consiento. De mera alusión referencial y topográfica para los primeros pobladores, se crece, saca pecho, y alza la voz para protagonizar paisajes, para enmarcar figuras, para enjundiar historias, para ennoblecer parajes. El río es también lo que arranca, lo que transporta, lo que transforma, lo que crea, lo que inspira, y también lo que condiciona y posibilita.

Bien es verdad que hay ‘ríos menores’ y ‘ríos mayores’. El Duero, no es que sea un río mayor. Es un río mayestático que, como el Guadiana, une a dos países en la península ibérica, desde Urbión hasta Oporto… Porque el río Duero es todo. O casi todo, con todas sus riberas… Claro, todos los ríos tienen sus riberas. Pero la de ahora es otra ribera. Es La Ribera (con mayúscula) del Duero, la Ribera preferida. Que, al preferir algo, se define de inmediato lo preferido. Y se encuadra en un marco de simpatías y de diferencias. ¿Y yo, por qué no? Definido estoy igualmente. Me quedo en la Ribera (con mayúscula) del Duero. En la profundidad de sus bodegas intimistas. Dentro y fuera, arriba y abajo… con lealtad y adhesión, con orgulloso esfuerzo…

Desde la quietud de mi lugar manchego, vuelvo a viajar para rehacer el camino de uno de los ríos grandes, nobles e historiados de la Hispania toda. Encorajinadas, espumosas, gráciles, ágiles y misteriosas aguas las del Duero. Ora espejuelas, ora impenetrables y profundas… siempre misteriosas, mayormente amables, eternamente atractivas. Celebrado y gratuito observatorio de unas orillas ricas- ricas… Que no ocultan –ni lo pretenden- el tesoro más querido: el de sus vinos. Y el de sus insondables misteriosas bodeguitas subterráneas, el de sus mareantes cárcavas y hoces, y vertiginosas buitreras sabiamente espiadas por la ciencia, que mueve la sensible pasión animalista para ver sin ser visto ni molestar…

LA RIBERA

En la actualidad, La Ribera se ha conformado como un consorcio turístico, que promueve la zona como destino multidisciplinar. Ha logrado situarse como la tercera ruta ecoturística más visitada de España, y su objetivo e influencia se extiende por cuatro de las nueve provincias castellanoleonesas (Burgos, Segovia, Soria y Valladolid), que abarcan más de 300 asociaciones y más de 200 establecimientos turísticos, a lo largo y ancho de una zona vitivinicultora de poco más de cien kilómetros.

En esta Ruta del Vino Ribera del Duero (una de las 35 constituidas en España)participan 68 bodegas, que pueden visitarse previa reserva. Además, presenta 15 sugerentes rutas temáticas, escogidas por su interés y atractivo, entre las cuales citaremos algunas: Ruta de los Castillos, la Napoleónica, la Palaciega o la Ruta del Románico. En todas ellas, paisajes imposibles, cuevas centenarias, cuyo arañazo pétreo supone un girón de vida de sus picadores.

Esta Ribera del Duero es la de Antonio Machado y de Joaquín Díaz… pero también la de etiquetas tan prestigiosas como Vega Sicilia, Venta las Vacas, AAlto, Protos, Valdubón, Valsotillo… nombres casi milagrosos. Aunque es imposible mencionarlos a todos, casi todas sus acciones van encaminadas en esta tierra a elaborar buen vino. Cierto es que cada vino tiene su propio nombre y añada, pero no es menos discutible que aquí, lo más importante es el apellido: Ribera del Duero. Casi nada se confía al albur, pero no crean que es el único final: la convivencia, el amor, la paz y la concordia son sus verdaderos objetivos.

Burgos, Segovia, Soria y Valladolid (y la cercana Ávila como estrambote) son históricas llaves maestras, que abren todos los corazones con la lealtad del Cid, el misticismo de Teresa y la determinación de Isabel. Que hablar en Burgos del Cid, en Ávila de Teresa, en Segovia de Isabel o en todos sitios de Fernán González, son palabras mayores… Tan mayores como su territorio, sus afanes y sus vinos. Tierra de héroes y místicos y poetas y guerreros de Castilla la Vieja, la noble, la larga, la del roble, ancha Castilla… ora bendiciendo la cruz, otrora blandiendo la espada. Y en todo momento afilando la pluma…

EL VINO

Decíamos que muchos han cantado al Duero. Pero también otros cantaron al vino. Espléndidamente lo ha cantado el poeta cubano José Ángel Buesa (1910-1982) “He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío/: una blanca, otra roja, como tu amor y el mío./ Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:/ la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo”.

Aunque cantarlo, lo que se dice cantarlo, lo hizo otro hispanoamericano, Alberto Cortez,  que a tantas cosas cantó, y también llegó a cantarle al vino. Y la admiración que sentimos por el argentino (fallecido en 2019) nos trae a la mente alguno de los memorables versos de su poema musicado El vino. Decía Cortez: “Sí, señor. El vino puede sacar/ cosas que el hombre se calla/ que deberían salir/ cuando el hombre bebe agua/… Va buscando, pecho adentro/ por los silencios del alma/ y les va poniendo voces/ y los va haciendo palabras…”.

He aquí algunas otras conocidas frases sobre el vino:

El vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre (Popular).

Viejos maderos para arder, viejos vinos para beber, y viejos amigos para disfrutar(Popular).

El vino moderado es salud para el cuerpo y alegría para el alma (Refrán español).

Pero también un genio como Cervantes, pone en boca de Don Quijote algunos sabios consejos: “Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado, ni guarda secreto ni cumple palabra” (Quijote, II, 43). A pesar de que la Biblia nos previene de la heterogeneidad que nos ofrece el mundo: “De todo hay en la viña del Señor, uvas, pámpanos y agraz” (Isaías 5, 1-7).

Ampliemos ahora nuestra cultura vitivinícola sabiendo que España cuenta con 96 Denominaciones de Origen Protegidas (67 DO, 19 Vinos de Pago, 2 DO Calificadas y 8 de Vinos de Calidad). Las dos ‘DO Calificadas’ corresponden a La Rioja (1925, la más antigua de España), y el Priorato, desde 1991. Ribera del Duero adquiría en 1982 su verdadera carta de naturaleza, en tiempos del ministro de Agricultura José Luis Álvarez, siendo Javier Villagra el primer Secretario de la DO. Ésta de La Ribera(con mayúscula) es una de las más apreciadas. Un hecho constatado y nada baladí.

Hoy cuenta con más de 300 viticultores y produce 566.665 Hl de vino, de las variedades tintas Tempranillo, Cabernet-Sauvignon, Merlot y Malbec. En cuanto a las añadas más significativas entre 1982 y 2020, 13 han sido calificadas de Excelente, 17 como Muy Buena, 7 como Buena y 2 como Regular. También la añada 2021 fue Excelente, y una de las  cinco mejores de su historia… Para definir el vino en esta zona de ‘Riberas’ se nos ocurren palabras como fiesta, esfuerzo, alegría, entrega… Hace falta seguramente algo más. Pero, finalmente, la Providencia ha consentido que los restantes dones le fueran concedidos por añadidura a esta tierra. Y ahí están todos.

Ribera del Duero. Buitreras del Riaza / JMC
Ribera del Duero. Buitreras del Riaza / JMC

NUESTRA RUTA RIBEREÑA

Por fin estoy en Aranda de Duero…Pero ni rastro del río ni de su orilla… Ah, ya…. Es que esta orilla es muy otra. Distinta, con mayúscula: Ribera del Duero. Así, ya es otra cosa. Pero no hablo de todo el Duero (un río con 890 km, el tercero más largo de la península, y con una cuenca hidrográfica esencial para nuestro ecosistema). Quiero referirme a sólo un pedazo de ese Duero que nace y muere, como todo ser vivo (de Urbión a Oporto, sin despeinarse). Y es que ¡vaya si está vivo este Duero! Pero insisto, desisto de abrazar al cauce entero. Es sólo a este cauce, a esta orilla a la que quiero referirme. A la Ribera del Duero (de Segovia, Burgos, Soria y Valladolid, todas a tiro de piedra de Madrid). ¿Para qué más? Aquí está todo…

Al menos, todo lo que debe estar: historia, paisaje, naturaleza… También el paisanaje, que aquí es bien sano porque se riega con vino. El tinto que obra milagros en quien lo bendice. Y también en quien lo bebe. Esta Ruta del Vino ha colocado muy bien a sus peones. Permítaseme la licencia, porque estos “peones” son absolutamente maestros en sus lides, como piezas tan necesarias en este juego de dar a conocer La Ribera (con mayúscula). ‘La elegancia es la cortesía de los inteligentes…’. Y por eso Javier González, de Transfer Ribera es elegante, preciso, matemático, aunque también se deja querer. Se las sabe todas, y tras conocernos sucintamente en este Press Trip, doy fe de que podemos aprender mucho de él.

Entre él y su mujer tienen ‘trillados’ todos los caminos entre la Ribera y Madrid, con motorizaciones eléctricas, diesel y gasolina, en vehículos que ya se saben el camino… Si no fuera porque Javier sabe que se cazan más moscas con miel que con hiel. Y él prefiere llevarse bien con sus coches, que, agradecidos, están siempre listos para la misión asignada. Al fin y al cabo, un desplazamiento de calidad es pieza clave para viajar, para saber y para vivir.

Si tomamos la frase de Leonardo Da Vinci (“Nadie puede amar lo que no conoce, ni defender lo que no ama”) como una premisa fundamental del polímata florentino, la Ruta del Vino de Ribera del Duero ha hecho lo que debía. Es decir, enseñar –y consecuentemente comprometer- a una serie de profesionales, sobre los valores de esta zona, y trasladando a estos la responsabilidad –y satisfacción- de mostrar cuanto han visto (“Id y proclamad…”, Santa Biblia, Marcos, 16:15-18). En este caso, el conocimiento exacto y previo, ha provocado una vehemente pasión por la zona visitada. Buen trabajo didáctico del Consejo, que sin duda estará obteniendo un adecuado final pedagógico en los asistentes.

‘ESCAPE ROOM’

¡Pero ahora toca la Cueva! La del ‘escape’, profunda, oscura, misteriosa. Pero no puede haber castigo tan duro si el premio es de tan alta dignidad: queso y vino de La Ribera (con mayúscula), naturalmente, evidentemente, necesariamente, indiscutiblemente, gramaticalmente, puntualmente, ineludiblemente y consecuentemente… Veamos. La ‘culpa’ de la excelencia de La Ribera (con mayúscula, obviamente), dudamos si se debe más al amor con el que cultivan sus viñas los Ribereños, a la generosidad de su tierra arcillosa, o a la complacencia de un clima amigo del viñedo. Que premia el esfuerzo de sus gentes, tan acostumbradas a mimar sus pámpanos, como a horadar denodadamente su tierra para excavar bodegas donde acunar sus caldos. Decenas de metros bajo la superficie, donde se olvidan los pecados terrenales. ¡Cómo no va a estar bendecida esta Ribera (con mayúscula) como lo están sus gentes (en plural), y como lo están sus bodegas (a centenares).

Ribera del Duero. Buscando pistas / JMC
Ribera del Duero. Buscando pistas / JMC

En una de ellas nos esforzamos por encontrar el queso y el vino. Y lo logramos. Allí abajo, un caprichoso eslogan de “Ribérate” nos juega y distrae y embelesa con esa moda del ‘Escape room’. Claro, que el escondite-prisión (cual mazmorra inhóspita, pero encendida por placenteras partículas de vino y queso) no te hace suspirar por la libertad… “Con buen queso y mejor vino, no se echa en falta el camino”, se nos ocurre a bote pronto… Allí están Beatriz y Ribérate, que han sabido añadir un sentido lúdico, festivo y desenfadado, a algo tan serio y empírico como descubrir y conocer los tintos de La Ribera (con mayúscula, inexorablemente).

Cuántas huellas de oscuridad y silencio, tan sólo interrumpidos por el pico y el martillo. ¡Cuánto esfuerzo de meses y meses, hasta convertir lúgubres y tristes galerías, en antesalas de la gloria bendita de los vinos! Que entran y salen periódicamente, pero que en el entretanto se besan con el corazón de la madera más pura, para enriquecer y encauzar la trayectoria de los vinos más jóvenes que vienen, maduran y van… ¡Cuánta vida, cuánta experiencia! Y tiemblo, y me maravillo y me emociono ante las cosas tan sencillas y auténticas como contemplan mis ojos.

Luego de Beatriz y Ribérate, es llegada la hora crepuscular de admirar la refulgente Aranda. Sin el Duero en un principio, pero con iglesias y parajes que incitan al recogimiento, al sosiego y a la espiritualidad necesaria para quedarse… Y luego, al fin, el Duero… el leiv motiv claro y terminante. Pero nos espera ‘La Raspa’. Un nombre casi onomatopéyico, que promete descubrirnos texto y contexto de una tacada. Bueno, el contexto ya lo conocemos, pero es llegado el instante de conocer el texto. Que no otra cosa son los espléndidos asados (estamos en Castilla) que se sirven en La Raspa con sencillez, pero con legítimo orgullo… Después llegará Morfeo para repasar vivencias y contar ovejitas…

ROMERÍA Y BODEGA

Y en un santiamén, un nuevo día que amanece en el viñedo. Las Hoces del Riaza, la Serrezuela, la Casa y la Presa del Parque, el didáctico Álvaro Martín que nos muestra lo mucho que sabe de naturaleza, embalses, buitreras y buitres… Incluido un ejemplar que (cámara y vídeo mediante), nos permite acceder a su intimidad más puramente traicionada…

Pero volvemos al vino. De La Ribera, naturalmente. Porque hay mucho más. En el paraje que acoge a una de las bodegas más punteras (Valdubón) nos espera Laura Martín  con su wine masterclass, y para enseñarnos cosas de sus vinos Valdubón… Buena charla, agradable encuentro y excelente debate a mesa, mantel y copa. Una bodega que atesora algunos de los mejores vinos de esta Ribera (con mayúscula)…

Sin solución de continuidad, en Santa Cruz de la Salceda ya nos espera Nuria Leal en Las Baronas. Haciendo lo que mejor saber hacer: asados y excelentes propuestas gastronómicas. Pero Nuria es también la gerente del Museo de los Aromas. De modo que allí, y de su parte nos espera Jonathan Talavera, director de un museo absolutamente singular. Ya se sabe de la importancia que tiene el olfato -junto con el gusto-, como uno de nuestros sentidos más necesarios no sólo en la alimentación. Más aún, por el olfato seleccionamos los objetos y personas entre apetecibles, o en indeseables… El muestrario del museo es enorme, y los conocimientos de Jonathan sobre esta materia son incomensurables… Por fin, cambio de alojamiento al Hotel V Ciudad, cena, y nueva entrega a los brazos de Morfeo.

Ya en nuestro último día, domingo, nos trasladamos a Sotillo de la Ribera (con mayúscula, por supuesto). Allí nos espera un curioso acontecer: la IV Feria del Vino. En plan vistosa romería de un pueblo con 500 habitantes y docenas de bodegas subterráneas, desperdigadas entre sus numerosas colinas. Ya se sabe cómo son estas romerías castellanas… con dulzainas, tamboril y muchos bailes. Y unas copitas de vino, claro. Tantas, como el bono -puesto a la venta para el respetable- nos permita y el cuerpo aguante… Y originales tapas (tantas como la otra mitad del bono nos licencie)…

Al final, subiendo y bajando por caminitos de cuentos de hadas, visita a las bodegas artesanas más curiosas del subsuelo. Bien trabajadas y conservadas, hoy en manos de festivas peñas que, con menos trabajo que los picadores de antaño, siguen mimándolas con un sentido reverencial y disfrutón… Y seguimos después en un interminable recorrido tunelístico, metros y metros de impresionantes pasadizos, docenas y docenas de barricas de buen roble,  miles y miles de litros del mejor vino… De la Ribera del Duero (cautelarmente con mayúscula).

Y nueva, docta y entrañable wine masterclass de Aurora Lázaro (capitana consorte del navío de Valsotillo, además de periodista) que, entre copa y tapa, acaba destapando lo que casi creíamos un secreto: el silencio, la paz, la oscuridad de siglos, para no alterar la quietud de los tesoros líquidos que esconde y custodia. Y que, llegado el momento, desvela y difunde con profusión y orgullo.

… Y  AHORA A CONTARLO

La historia y el arte… pero cerca del paisaje, y aún más cerca, más próximo, más tibio, el paisanaje… ¡Qué hombres y mujeres! No sé si nacen o se hacen, pero Javier, Beatriz, Marina, Álvaro, Nuria, Laura, Jonathan, Aurora, Sara, Cristina, Ana… Insuperables… Claro, que vivir en Ribera del Duero (con mayúscula, por descontado),  y dejarse arrastrar por la Ruta del Vino, imprime carácter. ¡Vaya si lo imprime!

Si caes por allí, viajero amigo, ¡date por perdido! Te pongas como te pongas… Aquel “yo y mis circunstancias” -de nuestro Ortega y Gasset– se queda sólo y tan pancho en ‘tus circunstancias’. Que no pueden ser mejores. Buena tierra, buen vino, buen yantar –cordero, cabrito, cochinillo… y mil colofones y dulzuras que también aquí son de excepción. Difíciles de olvidar son aquellas yemas y empiñonados de Gregorio Tudanca. Acaso uno de los nombres que más ha contribuido a expandir el nombre de Aranda de Duero, por arriba y por abajo… Casualmente (o no) la Ruta del Vino de Ribera(con mayúscula, indefectiblemente) me ha traído a uno de los establecimientos de los Tudanca. Dulce lugar, acogedor alojamiento, estratégica situación en el corazón de un hermoso viñedo, e impresionante decoración vitivinícola. Y ahora es cuando toca hablar de la buena gente encontrada en dos días y medio de periplo ¿Alguien osaría resistirse?

Todos juntos e inevitable y entrañablemente revueltos. Que en esto de ensalzar y vender la tierra, “no hay pan partido para nadie”. Son y actúan como Fuenteovejuna¡todos a una! Lo que, bien mirado, resulta admirable. Gentes que atesoran grandes valores, hasta ahí bien, pero ya es de premio cómo los ofrecen al visitante. No es la primera vez que ando por estos pagos, y prometo solemnemente que no será la última. Ya saben, lo prometido es deuda. Los aromas de los vinos de la Ribera,permanecerán ya en nuestros sentidos, de manera análoga a como restará para siempre el concepto global en nuestros corazones. Las figuras y cualidades de los amigos (ya, para siempre) se han posesionado de nosotros.

Sus tierras, sus aguas, sus vinos, su naturaleza, sus cuevas, su idiosincrasia. Si todo eso no fuera suficiente, si acaso considerado en su conjunto fuera escaso, nos encontraríamos con el mayor tesoro que se esconde entre nuestros amigos: su corazón. Si a otros lugares se va, a Ribera del Duero se vuelve. Siempre.

¿Y al final? “Id y contadlo…”. Algo parecido nos recuerda también el apóstol Mateo(28:19-20). Puesto que nadie puede amar lo que no conoce… Pues eso, preciso es descubrir la Ribera del Duero (con mayúscula), y necesario es contarlo después. El esfuerzo ha merecido la pena, para conocer esta realidad poliédrica de La Ribera. Ahora procede el procesamiento intelectual de aquellos momentos, experiencias y emociones. Que dará como resultado la percepción completa, transversal y multicultural de todo cuanto la Ribera del Duero (con mayúscula) esconde.

O más bien enseña. Que esta Ribera (naturalmente, con mayúscula) es mucha ribera. Para dar y tomar… para ver y beber… No te la pierdas, amigo viajero, y no hablo por boca de ganso… Yo acabo de verla y sé de lo que va. De ser feliz en La Ribera (con mayúscula, indudablemente). Al final, como bien dijera el poeta (nunca supe quién fue el poeta, ni cuándo ni dónde lo dijo, pero ¡qué más da!), “el inmenso dolor de mi partida, quedará sobradamente recompensado con la alegría del retorno”.