UN VIAJE AL MUNDO TEMPLARIO

La máquina del tiempo aún no se ha inventado. Sin embargo, eventos como la “Fiesta Homenaje a Jaime I y Guillem de Mont-Rodón”, que organiza anualmente la localidad aragonesa de Monzón, permiten adentrarse y formar parte de la vida, las costumbres y la historia de este pueblo tal como era hace ochocientos años.

Tan solo hay que caminar por sus calles estrechas para cruzarse con caballeros templarios, nobles, soldados, miembros del clero, juglares, bandas musicales, pobladores, campesinos y hasta un rey y su corte, vestidos con atuendos de época, a caballo o a pie, durante los tres días que dura la celebración.

Todos ellos desfilan una y otra vez por Monzón a la luz del día o iluminados por las llamas de las antorchas y bailan danzas típicas en las plazas al son de la música medieval, como si estuvieran realmente en 1214 esperando la llegada del monarca Jaime I, de tan solo seis años.

Incluso, cada uno de ellos hace sus reverencias frente al niño rey tras haber atravesado todo el pueblo en procesión para rendirle vasallaje y darle la bienvenida al pueblo en una fila interminable que se extiende desde la Plaza Mayor hasta el campamento de época, montado en el parque de la Azucarera.

El punto cúlmine, y uno de lo más esperado de la fiesta por adultos y niños, son las justas medievales que se llevan a cabo en el anfiteatro Labordeta, adaptado y ambientado para la ocasión en el mismo predio, donde los competidores participan del torneo a caballo en homenaje a Jaime I.

Nobles de los reinos de Aragón, Cataluña y Castilla se enfrentan en combates montados en sus corceles, en duelos de espadas cuerpo a cuerpo y en pruebas de puntería, que se tornan en auténticas demostraciones de destreza y fuerza, tal como ocurría en esos años, recreado por el grupo Jousting Iberia.

El hilo conductor de toda la celebración son las pequeñas obras de teatro que representan distintas compañías de actores locales, que se encargan de narrar, en cada una de ellas, las diferentes etapas que vivió Jaime I desde que se anuncia su llegada a Monzón para ser educado por la orden de los templarios, bajo la tutela de Guillem de Mont-Rodón, hasta su partida en 1217, tres años más tarde.

Todo esto se realiza sin ningún tipo escenografías, ya que el pueblo mismo cuenta con un patrimonio arquitectónico que les permite a los espectadores trasladarse en el tiempo y situarse como si se encontraran en el siglo XIII.

El más significativo es su castillo, ubicado en la cima de un cerro lindero, desde donde se divisa todo Monzón. Esta fortaleza fue sede de la Orden desde que los Templarios la ocuparon en 1143 hasta que se rindieron en 1309 y donde el monarca permaneció durante tres años formándose con los caballeros, vigilado de cerca por Mont-Rodón.

También, se luce la catedral de Santa María del Romeral, un ejemplo de arquitectura románica, construida entre los siglos XI y XIII. Esta iglesia, que fue sede de las Cortes de Aragón, cuenta con la particularidad de tener una torre con estilo mudéjar que se conserva intacta desde hace más de ochocientos años.

Momento de celebración. La “Fiesta Homenaje a Jaime I y Guillem de Mont-Rodón” comenzó a celebrarse en Monzón en 2000 luego de que una asociación de templarios de la localidad valenciana de Castellón decidiera recrear la historia del monarca con combates de época en el pueblo.

A partir de entonces, continuaron realizándose justas y otras actividades anualmente hasta que, en 2008, se decidió montar un mercado medieval y escenas teatrales para recrear los tres años que el rey vivió y se educó en el castillo.

El creciente interés que mostraron sus habitantes y los turistas que se fueron acercando para disfrutar de esta celebración hizo que el Ayuntamiento decidiera profesionalizar el evento nueve años más tarde.

Desde entonces, el tercer fin de semana de mayo de cada mes Monzón se viste de fiesta y se traslada ocho siglos en el tiempo para recordar este momento inédito para un pueblo que hoy cuenta con 18.000 habitantes.

Cerca de la mitad de ellos participan en la organización de esta celebración, vendiendo artículos regionales en los comercios de la feria medieval, como actores en las distintas obras teatrales o como simples espectadores que disfrutan de este evento, que cada vez atrae a más visitantes.

“Esta fiesta tiene un componente sentimental donde la ciudad se siente partícipe de las celebraciones”, afirma el alcalde de Monzón, Isaac Claver Ortigosa. Esto le permitió tornarse en una de la más importantes de esta localidad aragonesa, sólo superada por la fiesta patronal, en las 22 ediciones que se han realizado en estos veinticuatro años.

Su fama y el rigor con el que se abordan los hechos han llevado a que 52 asociaciones históricas de seis comunidades autónomas y una de Francia (18 locales) se acerquen a participar de esta celebración. Por eso, ahora, aspira a ser declarada de Interés Turístico Nacional por el gobierno español, un paso necesario para poder seguir creciendo.