MANAOS EL PULMÓN DEL PLANETA

Miguel Ángel González Suárez

Acompáñeme en este viaje que no va a olvidar jamás; volaremos a América del Sur y nos adentra- remos en uno de los países más espectaculares, el quinto en ex- tensión, que de por sí solo, es como otro continente. Añada- mos un cambio de hemisferio y por lo tanto, cuando en este lado disfrutamos de la época estival, allí gozaremos de un in- vierno tropical con una tempe- ratura idílica.

Quiero que conozcan una de mis ciudades predilectas ro- deada de aguas de diferentes tonalidades, velocidades y tem- peraturas; de vegetación llama- tiva, colorida, frondosa, tupida y exuberante; de luces acriso-

ladas con miles de matices; de fauna cercana, respetuosa y sal- vaje, de indígenas únicos que se mimetizan y de cientos de niños que siempre sonríen y que jue- gan con serpientes, cocodrilos, perezosos, monos y delfines de río; todo esto en uno de los en- tornos más bellos del planeta. Les garantizo que van a ser sedu- cidos por este espacio anclado en el corazón de la Amazonía; ya que yo lo fui, y por ello me- ditadamente decidí que naciera mi hijo Adrián, en este paraíso terrenal.

Entremos en una de las urbes más importantes de Brasil, ca- pital del estado de Amazonas, situada cerca de la confluencia el Río Negro con el Solimões donde se produce el singular “Encuentro de las Aguas” en- tre los dos colosos con flujos de diferentes colores y donde ambos intentan juntarse para ser aun más grandes, durante más de 6 kms. las aguas corren sin mezclarse; vivámoslo desde una barcaza y donde lo senti- remos y lo podremos acariciar. Les animo también a presenciar este espectáculo único sobre- volándolo en un hidroavión. Ex- perimentará el verdadero edén, donde observará nenúfares gi- gantes y una selva tupida reple- ta de atracción, musicalidad y colorido. Irrigada y alimentada por miles de ríos serpenteantes.

Estamos en Manaos, en el co- razón de la selva tropical más grande del mundo y a orillas de uno de los ríos más fascinantes que recorre el continente de oeste a este, desde las cumbres de los Andes en Perú hasta la costa atlántica del Brasil, con 6.800 kms, siendo el más largo y caudaloso de este planeta.

Fue fundada por portugueses en 1.660, comenzó siendo un pequeño fuerte para proteger la parte norte de la colonia del Brasil. En las cercanías vivían va- rias tribus indígenas (Barés, Ba- nibas, Passés y principalmente

la de los Manaos, que influyó en el nombre de la ciudad). La traducción significa “Madre de Dios”.

Esta ciudad a finales del siglo XVIII, viviría su máximo esplen- dor con la Fiebre del caucho y se la consideró una de las más prósperas del mundo. Este apo- geo se dio entre los años 1890 y 1920; época en que gozaba de tecnologías que otras ciudades de Brasil aún no tenían, como tranvías eléctricos, avenidas construidas sobre pantanos, edificios imponentes y lujosos, como el Teatro Amazonas, tam- bién conocido como la Casa de la Ópera; de arquitectura neoclásica que fue construido empleando ladrillos traídos de Europa, vitreaux de Francia y mármol de Italia. Compañías enteras de Teatro venían a ac- tuar en plena jungla. El Gran Caruso y Sarah Bernhardt fue- ron algunos de sus más ilustres visitantes. Mencionar también el Palacio de Gobierno, el Mer- cado Municipal y el predio de la Aduana. Se la consideraba el París de los trópicos por sus de- rroches en lujos.

Es el lugar ideal para hacer expe- diciones, caminatas en la selva, observación nocturna de caima- nes, pesca de pirañas y todo tipo de deportes acuáticos, todo esto y más en una naturaleza sal- vaje y ordenada. Pero Manaos y sus alrededores son vida en evo- lución. Adentrémonos por sus ríos, afluentes y riachuelos labe- rínticos, donde nacen los árbo- les en el agua oscura y sus hojas

vuelven a beber del río, con miles de seres enormes y extraños que nadan a nuestro alrededor, don- de las pirañas muestran su pecu- liar color, donde los cocodrilos descansan observándonos aten- tamente. Levantemos la mirada y saltarán a nuestro alrededor

decenas de primates que vie- nen a comer en nuestras ma- nos; a la vez posadas descan- san cientos de aves cantarinas y las serpientes reptan por las ramas para cambiar sus cora- zas. Visitemos y convivamos con algunas tribus indígenas,

armadas de lanzas, arcos y flechas para cazar. Participare- mos de sus ancestrales rituales y danzas. Dejemos que nos penetren los espíritus sabios y libres de la selva amazónica, respiremos profundamente el comienzo de la vida.