CASTILLA-LA MANCHA, TIERRA DE ‘DONES’

Lo que hoy conocemos por Castilla-La Mancha, aquella Castilla La Nueva cuando Madrid se sumaba y Albacete se restaba —justo al contrario que ahora— ha tenido que pagar durante siglos la alcabala de estar situada en el centro de la Península. Tierra de paso siempre, acaso ha tenido que padecer con mayor intensidad y con menor ventaja, el ir y venir de una España casi siempre empeñada, ora en la huida, ora en la persecución. Quizá esos continuos sobresaltos han llegado a forjar en el crisol una clase especial de españoles, dotados de una especial generosidad, fiel reflejo de los cuales, son las figuras de Don Quijote y Sancho. Pero hoy sigue siendo una tierra de “dones”.

Decía el escritor Francisco García Pavón, que “La Mancha viste un humilde traje pardo que a veces la hace pasar desapercibida”. Sin embargo, es la región más extensa del país, tras Castilla y León y Andalucía. Con casi ochenta mil kilómetros cuadrados de superficie, ha participado Castilla-La Mancha de la austera gallardía de la primera, y del a veces injustificado conformismo de la segunda. Aunque eran otros tiempos… El futuro de Castilla-La Mancha encara hoy otros horizontes, largos, amplios como los de sus llanuras… pero limpios también como los del purísimo azul de su cielo.

Está arropada por las Comunidades de Castilla y León, Madrid, Aragón, Valencia, Murcia, Andalucía y Extremadura… es decir a un paso de todo. El cerco al que desde siempre ha estado sometida, ha condicionado profundamente la manera de ser de sus gentes, forjando el carácter de los hoy castellano-manchegos.

Esa situación de privilegio en el centro geográfico de las Españas, configura a Castilla-La Mancha como una realidad extraordinariamente unitaria, dentro de su enorme diversidad. Las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Toledo —esta última capital de la región— hacen gala de rincones naturales aún inéditos, junto a zonas monumentales de nombradía universal. Modelo, además en el caso de Toledo, de tolerancia, convivencia y respeto a las más diversas culturas.

Muchos y muy variados son los paisajes que configuran este pedazo de geografía española, que queda defendido por las cuencas de los ríos Tajo y Guadiana, entre los que despliegan su ya perezosa silueta, las montañas más viejas de toda la Península, los Montes de Toledo, que constituyen una gran reserva faunística.

La gran llanura, bordeada por las sierras de Alcaraz y Segura, la Serranía de Cuenca, las sierras de Molina y Sigüenza, y los Montes de Toledo que, como hemos dicho, conforman una gran variedad de comarcas y subcomarcas naturales, de muy acusada personalidad. A saber: La Alcarria entre Guadalajara y Cuenca, los Campos de Calatrava, San Juan y Montiel en La Mancha, el Valle de Alcudia, las Tierras Altas de Chinchilla, La Jara y La Sagra en Toledo, el Señorío de Molina o las sierras de Atienza y Ayllón…

Naturaleza y paisaje tradicionalmente se ha considerado a la Meseta, como un paisaje llano y hasta desolado, aún con el predominio de las llanuras… Pero Castilla-La Mancha es bastante más que eso, aunque La Mancha sea una de sus comarcas naturales —la más extensa de España— más representativas, de más acusada personalidad, y más conocidas en el ámbito internacional, merced al personaje que en estos parajes vino a nacer, Don Quijote, y que de La Mancha recibió su apellido.

Con una gran variedad paisajística, en las comarcas ya enumeradas y otras no menos importantes, cuenta Castilla-La Mancha con destacados espacios protegidos. Más de treinta en total. Entre ellos, las populares Lagunas de Ruidera, protegidas bajo la fórmula de Parque Natural, rosario de 15 ensoñadoras lagunas que vierten de una en otra, las aguas recién nacidas del río Pinilla, que pronto configurarán el Guadiana.

Pero tampoco hay que olvidar la importancia del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, un encharcamiento natural de los ríos Guadiana y Gigüela, y la enorme riqueza faunística del Parque Natural de Cabañeros, muestra más representativa del bosque mediterráneo, e importante refugio del buitre negro. Y, desde luego, la Serranía de Cuenca, reserva de caza con parajes como el del Hosquillo, en el que todavía puede contemplarse el oso pardo. O el Alto Tajo y los pantanos de Entrepeñas y Buendía, en Guadalajara, Sierra Morena en el Sur de Ciudad Real, y los nacimientos del Río Cuervo, en la provincia de Cuenca, y el Río Mundo en la de Albacete…

Una a una. Albacete, la gran ciudad de la llanura —Albacete = “Al Basit”, la llanura, en árabe— con más de 200.000 habitantes, guarda cierto grado de identidad con su vecina Ciudad Real, y posee importante Museo Arqueológico, mansiones señoriales, e interesantes localidades como Alcázar, Alcalá del Júcar, Almansa, Caudete, Chinchilla o Hellín. Y parajes naturales como la Hoz del Júcar, y las Sierras de Alcaraz y del Segura.

Ciudad Real. Considerada corazón de La Mancha —cuya capital fue fundada por Alfonso X el Sabio en 1255—, además de con importantes museos, y el valor añadido de una magnífica comunicación vía AVE con Madrid y Andalucía, cuenta con algunas de las mayores poblaciones de la Comunidad: Alcázar de San Juan, Almadén (la del azogue), Almagro (la del teatro), Argamasilla de Alba (la cueva de Medrano), Campo de Criptana (los molinos), Daimiel (Las Tablas), Puertollano (la industrial), Manzanares (en la intersección), Tomelloso (arte, vino, melones), Viso del Marqués (Palacio de Bazán), Valdepeñas (la del vino) y Villanueva de los Infantes (Orden de Santiago, Montiel, Quevedo). Todas ellas importantes núcleos de población, y algunas de resonancia cervantina… y regusto vitivinícola.

Cuenca, en donde la arquitectura es un laberinto. Junto con Toledo es la que concentra los mayores atractivos turísticos de la región, lo que se traduce en el número de visitantes que cada año recibe. No en vano ya es Patrimonio de la Humanidad —como Toledo—, por el perfecto ensamblaje del componente arquitectónico con el natural. Catedral, Casas Colgadas, Museo de Arte Abstracto y Museo Paleontológico (MUPA) aparte, poblaciones como Priego, San Clemente, Alarcón, Belmonte o Mota del Cuervo atesoran buenas muestras de su importante pasado. El marco que forman los ríos Júcar, Cuervo, Escabas y Guadiela en la Serranía de Cuenca, es ciertamente inolvidable.

Guadalajara representa la pura sobriedad hidalga de la Alcarria. Con monumentos como el Palacio del Infantado y ciudades y pueblos como Atienza, Brihuega, Hita —la del Arcipreste—, Jadraque, Molina de Aragón, Pastrana, Sacedón o Sigüenza, la del Doncel. Desde allí pueden hacerse varias rutas por el Alto Tajo, la Arquitectura Negra, Los Lagos o el Románico Rural.

Toledo, la ciudad imperial, museo vivo de historia, crisol de culturas y modelo de convivencia, Patrimonio de la Humanidad. Su nómina de monumentos es inacabable y de primerísimo orden: de la Catedral Primada al Hospital de Tavera, y de la Casa del Greco a la Puerta de Bisagra, mezquitas, sinagogas, iglesias, puentes, museos…

Pero también la provincia cuenta con lugares de interés, de hondo sabor cervantino, como Consuegra, El Toboso, Illescas, La Puebla de Montalbán, Los Yébenes, Madridejos, Mora, Ocaña, Sonseca, Talavera de la Reina, Torrijos o Villacañas. Los Castillos de Toledo, y los Montes de Toledo, constituyen dos recomendables rutas para el visitante.


Cuna de ilustres, el territorio hoy conocido como Castilla-La Mancha no ha sido solo, como queda dicho, crisol de culturas, sino solar de grandes personajes: desde Alfonso X el Sabio, el Infante Don Juan Manuel, Hernán Pérez del Pulgar, Diego de Almagro, Juana I de Castilla, Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ávila, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Virrey Morcillo, General Espartero, Cardenal Monescillo, y una larga nómina de pintores (Antonio López), artistas, músicos y escritores, que han engrandecido culturalmente esta “tierra de dones, y también de doñas”.

Entre todos, el “don” más universal es Don Quijote, que, en los pueblos de La Mancha —cuyos nombres están bien presentes en la memoria de todos—, encuentra una importante devoción. El viajero puede seguir su pista, por las antaño acuñadas Ruta de los Caballeros, y Ruta de don Quijote.


Tierra de castillos. No es posible elaborar un catálogo de castillos sin contar con los de Castilla-La Mancha, que rebasan el número de 500. Así lo hicieron notar en su día, desde Antonio Ponz —autor del primer diccionario geográfico de España—, hasta el mismísimo Walt Disney, que se dice que también aquí buscó inspiración para su castillo medieval de Disneyworld.

Pasando por viajeros decimonónicos tan notables como Richard Ford, George Borrow, David Roberts (1832-1833), Hans Christian Andersen, y toda una caterva de franceses: Prosper Merimée (1830), Théophile Gautier (1840), Gustave Doré, Jean Charles Davillier, Boulanger, Maquet, Dumas hijo, Desbarolles, Giraud… En 1785 la editorial Hachette publicaría muchas de esas crónicas en su Viaje por España.

Tal vez el ejemplo más notable sea el del castillo de Alarcón, en la provincia de Cuenca, entre cuyos torreones no solo Don Juan Manuel dio a luz El Conde Lucanor, sino que vivió parte de sus aventuras el enigmático Marqués de Villena, guerrero, nigromante, mago… y autor del primer tratado de gastronomía en castellano.

Pero hay muchos más castillos: Belmonte, Garcimuñoz, Guadamur, San Martín de Montalbán, Molina de Aragón, Maqueda, Escalona, Torija, o Chinchilla, sirven de pequeño botón de muestra.

Aunque tampoco faltan las grandes fortalezas monásticas, como el Sacro-Convento de Calatrava la Nueva en la provincia de Ciudad Real, que fue sede de la poderosa Orden de Calatrava, o la de Uclés, cabeza de la Orden de Santiago, en la provincia de Cuenca.


Plaza mayor es Castilla-La Mancha pródiga en Plazas Mayores, lugar clave donde siempre bulló la historia, y donde late el pulso de las villas y ciudades. Mercado y Plaza de Toros y escaparate de todo, las hay hermosísimas, como las de Ocaña, Tembleque y San Martín de Montalbán en Toledo; Almagro, San Carlos del Valle, Villanueva de los Infantes y Valdepeñas en Ciudad Real. Las de Sigüenza, Hita, Cogolludo, Cifuentes en Guadalajara, la de Cuenca capital, pequeña, recoleta, deliciosa, o la de Alcaraz en Albacete, por citar solo unas pocas.

En muchos casos forman parte de evocadores conjuntos urbanos, que se prodigan por toda la geografía regional, y que han llevado a la declaración de conjuntos monumentales. Además de la inigualable Toledo, citaremos ejemplos como las villas de Atienza y Sigüenza en Guadalajara, o Almagro, Campo de Criptana y Villanueva de los Infantes en Ciudad Real. Y en lo que a nobles palacios se refiere, recordaremos Guadalajara, Cogolludo o Viso del Marqués, sede del Archivo de la Marina Española.


Actividades culturales. En cuanto a la oferta de actividades culturales, tampoco escasea. Citaremos sin embargo tan solo —habida cuenta de que es algo muy al alcance del viajero— la Semana de Música Religiosa de Cuenca (en los días previos a la Semana Santa), el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (durante todo el mes de julio), el Festival Medieval de Hita, en el mismo julio, o el Festival Internacional de Folclore de Ciudad Real, que tiene lugar en los primeros días del mismo mes. Aunque aquellos que tengan una mayor inquietud, pueden asistir a los Cursos de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Cuenca.


Sabores naturales. Algunas de las materias primas —como el azafrán, único en el mundo, el aceite de oliva virgen, el vino o el cordero y la perdiz roja— han configurado a lo largo de siglos, la oferta gastronómica de Castilla-La Mancha. Una cocina, si se quiere, de escasa elaboración y de supervivencia, como corresponde a las necesidades de un pueblo que se ha dedicado fundamentalmente al pastoreo y la agricultura.

Con nada menos que 56 productos de Calidad Diferenciada, como los define el gobierno regional (Indicación Geográfica Protegida, Denominaciones de Origen, Vinos IGP y Vinos de Pago). Solo en vinos hay 28 calificaciones distintas, más del doble que en cualquier otra comunidad Autónoma de España.


Gastronomía provincial:

  • Albacete: gazpachos manchegos, ajo mataero, atascaburras, flores manchegas, Miguelitos, cuerva.

  • Ciudad Real: pisto manchego, tiznao, gachas, huevos a la porreta, berenjenas de Almagro, conejo al tojunto, tortas de Alcázar.

  • Cuenca: morteruelo, zarajos, ajoarriero, alajú, resoli.

  • Guadalajara: cordero, cabrito, truchas, codorniz, miel de la Alcarria.

  • Toledo: perdiz estofada, cochifrito, venado, carcamusas, mazapán.


Queso y vino. Forzoso es hablar de los magníficos quesos que se elaboran en Castilla-La Mancha, en donde el Queso Manchego —puro de oveja de raza manchega— tiene carta de naturaleza a través del correspondiente Consejo Regulador, como la berenjena de Almagro, el azafrán y el cordero manchegos.

En cuanto a los vinos, es tal la cantidad, variedad y calidad de los caldos que hoy en día se producen, amparados bajo 12 Denominaciones de Origen (Almansa, Campo de Calatrava, Jumilla, La Mancha, Manchuela, Méntrida, Mondéjar, Ribera del Júcar, Valdepeñas…), 14 Vinos de Pago, y otros 2 vinos más con IGP (incluido el de Cueva), que lo mejor es que el viajero elija de entre una cada vez mejor surtida carta de blancos jóvenes o recios tintos de crianza, reserva, gran reserva y espumosos. En cualquier caso, se sentirá “a lo grande”.


Y al final… lo más grande.

Si los contrastes de Castilla-La Mancha fueran poca cosa… por si su variada artesanía (navajas, blondas, damasquinados, cerámicas, alfombras…) no tuviese suficiente “gancho”… En el caso de que sus fiestas (carnavales, tamborradas, fiestas del Corpus, Festivales Medievales) no atrajesen lo suficiente… En el supuesto de que sus vinos (en la escala de los 12 a 16% de Vol.) no “tirasen” lo bastante, podemos afirmar que la oferta de hoteles y restaurantes con estrella (incluidos 9 Paradores Nacionales en Alarcón, Albacete, Almagro, Cuenca, Manzanares, Molina de Aragón, Oropesa, Sigüenza y Toledo), es de lo más atractiva.

Sin olvidar los 15 establecimientos que conforman la Red de Hospederías de Castilla-La Mancha, el trasunto regional de paradores, con 3 y 4 estrellas.

Pero “lo más grande” en Castilla-La Mancha, no son sus 80.000 kilómetros cuadrados, ni su permanente y evocador pasado, ni la infinitud de sus paisajes. Tampoco el purísimo azul de su cielo ni el cegador resplandor de su Sol, ni de las omnipresentes figuras de Don Quijote y Sancho.

Lo más grande, en Castilla-La Mancha no se ve.
Porque está impreso en el corazón de sus casi dos millones de habitantes, ubicados mucho más cerca de lo que parece, y que invitan al viajero que transita por esta “tierra de paso”, a detenerse.