Almagro al atardecer y Altea al anochecer. Al salir, al atardecer, es cuando los visitantes más exquisitos pueden valorar realmente los verdaderos encantos de estos dos lugares, acariciados por los tonos cálidos de las luces del sol, a la caída de la tarde cerca del anochecer, iluminando sus calles sintiéndose así una parte del verdadero latir de su corazón… “Su fascinación”.
Dos lugares magnéticos por igual, muy diferentes por su situación geográfica, pero muy parecidos en su armonía circunstancial. Los dos son dos joyas que han sido capaces de enfrentarse poderosamente a las atrocidades urbanísticas sumisas y desmedidas de nuestro tiempo y de su tiempo también. Dos lugares armoniosos, cálidos, muy cálidos, pero dos lugares increíblemente mágicos…
Altea, situado en la Comunidad Valenciana en la Marina Baja de la Costa Blanca, bañado por sus poderosos colores azulados del mar Mediterráneo y su cálida luz, que te hechiza sin compasión.
Altea. Palabra árabe andalusí que significa Attlaye (Atalaya) pero que también proviene del antiguo griego Althaia que significa “Yo curo” y es, por tanto, mi preferida; Yo curo, pues es realmente lo que sucede cuando te relacionas con el lugar. Sus intrincadas calles y sus recovecos a veces poco explorados, nos hacen entender que caminar es más que avanzar y que además nos mantiene en forma, siendo aconsejable portar un buen par de zapatillas deportivas para completar sus paseos maravillosos y con sus pausas más que recomendables poder saborear mucho más los encantos del lugar. Y es aquí donde… “donde nos curamos” rodeados de su belleza y fascinación.
De repente nos damos cuenta de que no muy lejos divisamos el mar también: puedes ver la Sierra Gélata al sur o un velero a lo lejos cruzando fugazmente una calle, pues es la sensación que se tiene, o unos enamorados sentados prometiéndose amor eterno. No olvidemos sus magníficos restaurantes que te sorprenden cada vez más, pues han sido capaces de adaptarse a las exigencias de los sabores más exquisitos de nuestra magistral cocina mediterránea. Siguiendo, caminando inesperadamente nos encontramos con su concurrida plaza y su preciosa iglesia de Nuestra Señora del Consuelo rodeada del bullicio de las gentes deslumbradas por las hermosas noches de verano.
Sus coquetas tiendas de ropa de moda, para contemplar después que a modo de improvisación en sus calles se desarrollan lo que bien podría parecer un desfile de moda. Además de sus innumerables aromas en el ambiente, mezclas de perfumes que nos brindan sus “modelos ocasionales” que convierten al lugar en lo más parecido a un cuento de Las mil y una noches donde Sherezade nos invita a la pasión. “Altea tú me curas”.
Almagro, en pleno interior de la comunidad de Castilla-La Mancha, empapado por la luz de sus llanas tierras ocres y rojizas con sus increíbles atardeceres que envuelven todos nuestros sentidos.
Almagro. Dijo un poeta… “Hoy coqueteé con tu luz y después abdico cautivo de tu esplendor y me quedé atrapado preso de ti, vivo sin sentir. Porque tú eres luz, color y lágrimas de amor en el momento que me separé de ti”.
Y no es para menos, pues cuando caminas por sus calles, al atardecer, sientes una especie de agitación recorriendo todo tu cuerpo trasladándote mágicamente a otros tiempos, donde el arte tuvo un gran esplendor. El Siglo de Oro Español. Almagro, ciudad del teatro, pues contiene el único corral de comedias que mantiene su estructura original en toda Europa, una verdadera joya del siglo XVII. Solo entrar a su interior es lo más parecido a una experiencia religiosa, y si eres uno de los afortunados de poder asistir a una representación en el mes de julio en su Festival Internacional de Teatro Clásico, seguro que jamás lo olvidarás, entonces ese círculo se cierra, transportándote a una verdadera ceremonia, lo más parecido a un sueño… ¿Y después qué?
Después paseas por sus calles donde caminar es un auténtico frenesí. Es obligado finalizar en alguno de sus increíbles restaurantes donde el trato es fabuloso pues en ellos te sentirás completamente arropado y donde disfrutaremos de su arte culinario, degustando auténticos platos de la gastronomía manchega fusionándose con la cocina más internacional de nuestro tiempo y que los profesionales almagreños han sido capaces de adaptar. Y ojo con la joya de la corona de Almagro: su berenjena, que me atrevería a llamar “la perla” porque una vez que la pruebas no te marcharás sin comprar más, para después en tu hogar disfrutar más de ellas.
Por cierto, no nos olvidemos de visitar las tiendas de las encajeras, así como el Museo del Encaje y la Blonda: una auténtica maravilla del glamour del pasado donde todas sus mujeres se desvivieron por esta larga tradición a la que aún siguen dedicándose.