Miguel Ángel García Brera
Acogidos a una oferta especial de viajes llamado programa “Ave María”, un grupo de la Aso- ciación de Periodistas y Escritores Especializados en Turismo “FIJET ESPAÑA”, tuvimos ocasión, hace algún tiempo, de visitar la ciudad de Lourdes, donde la Virgen In- maculada se apareció a la niña Bernardette Sobirou en 1857. En recuerdo de esa milagrosa visita de la Madre de Dios, se construy- eron tres preciosos Santuarios – uno inmenso y subterráneo –, y se consagró una imagen de la Virgen que se venera en la Cueva de Massabielle y es objeto per- manente de devoción de crey- entes de todas partes del mun- do, que, en gran parte, acuden a las piscinas donde médicos y
científicos han considerado so- brenaturales muchas curaciones de personas enfermas. Los pere- grinos ofrecen cirios que duran un año y se encienden por los “feutiers” en hileras de hornaci- nas metálicas. Dos toneladas de velas se almacenan anual- mente en esas hornacinas y en los caños de la alargada fuente donde los peregrinos beben o se auto bendicen.
En el llamado “Bus María” que esperaba a nuestro grupo de periodistas en Huesca, donde llegamos en tren desde Madrid, cruzamos los colosales Pirineos, todavía nevados, y nos entusias- mamos con los paisajes, al tiem- po que nos venían a la mente nombres asociados a la épica deportiva, como el del Tour- malet, tantas veces oído, años y años, en las retransmisiones de radio y televisión que se ocupan de la Vuelta Ciclista a Francia.
Al día siguiente, tras el desa- yuno, pudimos hacer una larga visita a los Santuarios, muy bien dirigida por un guía del servicio correspondiente, además de conocer las piscinas, oír Misa en español en la Capilla de San José y contemplar, por encima de la larga explanada, sin llegar a subir a la colina en la que se asienta, la Fortaleza, un castillo del que los habitantes de Lourdes se jactan de que no pudo ser conquistada ni por el propio Carlomagno. Mi grupo, por falta de tiempo, ni lo pretendió.
Pero sí ascendimos al Pic del Midi, que, de Lourdes, está, en autobús, a poco más de una hora. Y hubo tiempo bastante para ascender en dos funicu- lares al espléndido Observato- rio Astronómico instalado en su cumbre, aunque parezca tam- bién milagroso que haya podido realizarse una obra así y trans- portar los materiales necesa- rios hasta 3.000 metros sobre el nivel del mar. Por si fuera poco, tras el café y la copa, – yo nunca había bebido a tal altura – se re-
alizó una visita al Observatorio y al Museo instalado en la cum- bre, incluyendo una simulación que nos permitió creernos en volandas, como ángeles entre las nubes.
De vuelta a Lourdes, pudimos cenar sin prisa y asistir al acto más impresionante que un alma sensible pueda contem- plar en su vida: La procesión de las Antorchas, en la inmensa plaza de un conjunto cristiano que, en total, dispone de 52 hectáreas. Al margen de creen- cias, la larga hilera de peregri- nos que, atendiendo las sillas y carritos de inválidos, de impe- didos o de ancianos, se mueven por la explanada portando ve- las protegidas por tulipas, can- tando y rezando el Rosario y el Vía Crucis, en múltiples idi- omas, resulta un espectáculo conmovedor y obliga, incluso a los menos creyentes, a reflex- ionar. De hecho, y hay muchas confesiones publicadas por los propios protagonistas, ha sido ocasión de dar un cambio im- portante en su vida, a bastantes personas.
Aldíasiguientenosacercamosal Parc Animalier de Argelés, e hici- mos su recorrido a pie. Se trata de un zoológico, digno de ver, con una extensión de 14 hectáreas, donde se reúnen más de cien especies de animales, construido bajo un diseño que les permite vivir al aire libre, sin peligro para los visitantes, y casi a su lado. Re- gresamos a Lourdes en bicicleta por la llamada Vía Verde que corre a lo largo del Río Gaves, y los promotores del viaje nos pre- pararon un almuerzo de excep- ción, en el muy apreciado Hotel Paradís, donde la cocina francesa se mostró haciendo honor a su tradicional prestigio.
Todavía quedaba para comple- tar el periplo, regresar en el bus “María” a Huesca, para tomar el AVE. La belleza de esa ruta pire- naica se recibe con un halo de paz que se respira al atravesar el paisaje de grandes montañas con mil formas, prados de color mágico, animales preciosos, la- gos y ríos saltarines o embalsa- dos, como el de Lanuza, de cuya construcción fueron rescatados algunos terrenos antes expropi- ados y hoy han dado paso a un auditorio en el que se celebran Certámenes Internacionales de gran fama, junto al pantano y al conjunto reconstruido de her- mosas casas de curiosa factura y coloridos tejados. En el Col de Pourtalet, en la frontera con España, donde en pasados tiem- pos iban muchos franceses a ad- quirir productos españoles más
baratos, el bus, paró un rato para tomar una copa y disfrutar de un bellísimo entorno natural. Pocas veces se puede realizar un viaje tan bien organizado y cargado de interés, no sólo desde la emoción religiosa, sino también del disfrute de la naturaleza y de la buena organización.