Debido a su aislamiento social y político, llegar a Birmania es sumergirse en un paraíso oculto, intrigante, y desconcertante, que mantiene intactas casi todas sus tradiciones. con sus más de cien minorías étnicas, este país se convierte en un sorprendente incentivo para quienes deseen experimentar un auténtico choque cultural.
Lonely Planet cree que cualquier persona que planee viajar a Birmania, debe responder antes a la pregunta: “¿Es aconsejable ir?” En 1996 se inició el boicot contra el turismo a causa del arresto domiciliario de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi por parte de una de las dictaduras militares más despiadadas de Asia y que dura ya más de medio siglo. Sin embargo, los recientes acontecimientos de tímida apertura, albergan algunas esperanzas de transformación. La emblemática activista, tras 15 años de encierro, ha sido ya liberada y ahora es candidata a las elecciones del Parlamento birmano. El Gobierno también ha comenzado a liberar a unos doscientos presos políticos de los más de 2.000 existentes.
Por estas razones, y porque viajar es una de las fuerzas más poderosas a favor de la tolerancia y la democracia, es por lo que viajé recientemente a Birmania de forma anónima. Declarar allí que uno es escritor o periodista es hacer méritos para ser perseguido y quién sabe qué cosas más te pueden suceder. Aunque la apariencia es de calma, subyace una cierta tensión en el ambiente. Pero los viajeros que se animen a visitar este hermosísimo país, necesitan estar informados de sus peculiaridades, que son muchas. Resulta difícil mejorar la descripción que hizo de Birmania Rudyard Kipling: “Una tierra del todo distinta a cualquier otra conocida” También para este escritor, que ha recorrido más de cien países, Birmania es uno de los más fascinantes y genuinos que ha conocido. Es fácil sentirte en él inmerso en un sueño mágico o una fácula anacrónica de imaginación desbordante. Es como abstraerte completamente del mundo del que procedes.
Para empezar, los birmanos no tienen apellido. Ninguno de ellos toca en público a alguien del sexo opuesto. Son los únicos del sudeste asiático que conservan la forma tradicional de vestir: el longyi, un tubo de algodón o faldón hasta los pies, que se anuda a la cintura, y es usado por ambos sexos, por lo que se ven muy pocos pantalones, salvo los de los militares. Y la mayoría de sus habitantes, especialmente las mujeres, se untan la cara y el cuerpo con tanaka (polvo de madera), una especie de maquillaje color carne que les protege del sol y que desprende un agradable aroma. Cuanto antecede es sólo una breve muestra de los aspectos que sorprenden al visitante no más llegar a Birmania. Porque este país es realmente sorprendente por éstos y otros muchos motivos: étnicos, culturales, religiosos, paisajísticos y monumentales. De ahí que, si puedes, conquístalo a la manera de William Faulkner: con las suelas de tus zapatos.
Regreso al pasado
El aislamiento social y político que, desde hace años, mantiene el régimen gobernante con la comunidad internacional, a causa del arresto de Aung San Suu Kyi, ha propiciado que Birmania sea un país autóctono, hermético, y muy conservador. Atesora intactas sus tradiciones, ya que la influencia exterior apenas existe. Una prueba de ello es que no hay operadores de telefonía móvil. Así, que puedes dejar tu aparato de última generación en casa, porque allí es un trasto inútil. Sólo se pueden hacer llamadas a través de los teléfonos de los hoteles (que, por cierto, la mayoría son del Gobierno) La antigua Birmania es la parte de Asia en la que casi nada ha cambiado desde la época colonial británica. En ningún otro país de la región se pueden ver tantos pareos, turbantes, y exóticas vestimentas, las cuales, por otro lado, permiten identificar las diversas etnias que pueblan el territorio birmano. Olores y colores se mezclan en una escenografía perfecta que te traslada a otros tiempos.
El dinámico ambiente de Yangon
Un itinerario clásico debe incluir, al menos, las cuatro ciudades más interesantes: Bagan, Amarapura, Mandalay y Yangon, la capital. Esta última, la capital hasta 2006 es una ciudad pintoresca y caótica. Pero su vida urbana es muy atractiva por su cosmopolitismo y riqueza étnica. El icono es la Pagoda Shwedagon, la más importante del país, considerada una de las maravillas del mundo. Su gran cúpula dorada, de casi 100 m. de altura, es visible desde toda la ciudad. Merece la pena dedicar tiempo a esta impresionante obra de 2.500 años de antigüedad. Omitir esta visita es como ir a Paris y no ver la Torre Eiffel. Para los budistas es el lugar más sagrado. Resulta curioso que para ellos la verdadera identidad sexual de Buda es todavía un misterio. De hecho, algunas de sus monumentales figuras lo muestran con rostro afeminado.
Callejear por el centro de Yangon permite, además, visitar otros muchos monumentos budistas, como el templo Suye Paya o el sugerente Chauk Htat Gyi, en el que se encuentra la famosa imagen del Buda reclinado, de 65 m. de longitud.
Bagan, corazón de Birmania y ciudad de las pagodas
Otra de las ciudades imperdibles es Bagan. Se trata de uno de los lugares arqueológicos más ricos de Asia. Ubicada en el centro del país y a orillas del célebre río Ayeyarwady (“Es el río con el nombre más hermoso del mundo”, dijo Pablo Neruda), sorprende por sus miles (sí, miles) de templos construidos entre los siglos XI y XIII. En su interior aguardan siempre esculturas de Buda. Algunos, están reclinados y sonrientes, la actitud propia de quienes están en el nirvana. Observar tal cúmulo de templos, muy cercanos entre sí, es una visión irreal que te anonada. Es como si no hubiera en el país otro aspecto más vital/emocional que el budismo, que es, obviamente, la religión mayoritaria.
Algunos de los monumentos, como la Pagoda Shwe Zigon, son realmente sorprendentes porque albergan auténticas reliquias del Buda, y su cúpula dorada, en forma de campana, es el más bello icono representativo de Birmania. Puede completarse la aventura con un paseo con los majestuosos barcos por el río Ayeyarwady, con degustación de gastronomía autóctona y visitar algunos pueblos menos concurridos como Taungoo y Namhsan, en medio de arrozales y más pagodas.
Myanmar es, desde 1989, el nombre oficial