Medio millar de profesionales, convocados por el ICTES, se ha reunido en Jerez en busca de soluciones
Sostenible. Es, sin duda, la palabra de moda. No se trata de una de esas, como resiliencia, distopía, empoderamiento, transversal, metaverso, networking, inclusivo… que están de actualidad y que se dicen o se escriben sin rubor (sobre todo los políticos), como si todo el mundo supiese a qué se refieren, aunque tal vez ellos mismos no lo sepan. El adjetivo que tanto vale para economía, agricultura, ecología, desarrollo, inversión… no es una moda, es una necesidad que afecta a casi todos los sectores y a diferentes aspectos en lo ambiental, lo económico y lo social y es un concepto esencial cuando se trata de turismo. La sostenibilidad ha hecho cambiar las siglas del ICTE, Instituto para la Calidad Turística Española que ahora es ICTES, añadiendo la S de sostenibilidad y ha creado un nuevo icono, la S que se une a la ya veterana Q de Calidad (en realidad de Quality) que ostentan miles de establecimientos en España y otros países.
La sostenibilidad ha estado presente en la casi totalidad de las intervenciones del medio centenar de expertos que han protagonizado las mesas redondas (o más bien los sofás cuadrados) ante casi 500 profesionales turísticos en el VII Congreso de Calidad y Sostenibilidad del ICTES, que acaba de tener lugar en Jerez.
Cientos de veces se ha utilizado la palabra sostenible a lo largo de los tres días del Congreso, pero también se han repetido con contundencia algunas frases que indican por dónde debe ir el turismo en los próximos años: “No a la turismofobia, sí a la turismofilia”; “No a los apartamentos turísticos ilegales, sí a los regulados”; “Sí a una gestión de los recursos naturales como el agua, no al derroche ni a las posturas egoístas”; “No a la ecotasa, sí a una mejor distribución del Iva en Comunidades y Ayuntamientos”. El alcalde de Benidorm, Antonio Pérez Pérez, puso un ejemplo clarificador: “En mi ciudad tenemos 15 millones de pernoctaciones al año, si cobramos una tasa de un euro tendríamos 15 millones de euros; pero si gestionáramos el 10% de Iva, serían 150 millones, la diferencia es notable”.
Una alcaldesa valiente
Tal vez una de las personas que más rotundamente mostró su opinión sobre lo que el turismo debe ser fue la anfitriona, la eficiente e indomable María José García Pelayo que además de regidora de Jerez es presidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). La alcaldesa ha explicado desde el minuto uno, que “Jerez es una ciudad que está claramente en el bando de la turismofilia y que su Gobierno está haciendo todo lo necesario para sensibilizar a los ciudadanos de la importancia que tiene el turismo para la economía de la ciudad, y para que Jerez tenga las infraestructuras necesarias para que los jerezanos las disfruten y para que quienes vengan puedan disfrutar de una ciudad impecable”. Luego añadió: “Quiero decir que aquí vamos a ser responsables y leales al turismo. No vamos a dejar que nos metan en debates que sólo conducen a cuestionar una industria turística que es muy potente. Vamos a alinearnos con vosotros, también en la FEMP, en relación con cuestiones que nos atañen y que afectan a los ayuntamientos”.
En el Congreso del ICTES que preside Miguel Mirones, recién reelegido para un nuevo mandato, y que ha dirigido y presentado su infatigable y eficiente director general, Fernando Fraile, no han faltado las frases brillantes de apoyo al turismo y lo que representa para España. “Quienes trabajamos en esta industria –ha señalado Mirones– buscamos la felicidad de las personas. El turismo es la solución y no el problema”. Ambos, junto al resto de participantes, han impulsado la llamada Declaración de Jerez, que se presentará en breve, y que es “una declaración y una petición de escucha y contiene algunas palabras fundamentales, que son la planificación, la calidad, la sostenibilidad y el análisis riguroso de los datos, además de clarificar algunas definiciones, como la de turista, visitante y viajero”.
En la inauguración y durante todo el Congreso estuvo presente la secretaria general de Turismo de la Junta de Andalucía, Yolanda de Aguilar, quien señaló que Administración, industria y sociedad “somos responsables de alcanzar un turismo que beneficie a habitantes, visitantes y comunidades, con el foco puesto en la excelencia y del que todos nos sentimos orgullosos”. También ha abogado por determinar los retos, proponer y actuar conjuntamente para “preparar un futuro mejor, diversificar el producto y las experiencias, gestionar la estacionalidad y la concentración, usar herramientas de análisis de carga, capacitar los recursos humanos y pensar a largo plazo para preservar la cultura, los valores y el medio ambiente”.
Batir nuevos récords
No han estado solos en sus peticiones en pro de un mejor turismo, por supuesto, sostenible. La recién nombrada secretaria de Estado de Turismo, Rosario Sánchez, en uno de sus primeros actos oficiales en Jerez, apuesta por la Q y la S: “La Q de Calidad asegura la excelencia del servicio y evolucionaremos ahora hacia un sistema normativo de la sostenibilidad, todos entendemos que la calidad y la sostenibilidad son pilares fundamentales. Es un factor de rendición de cuentas a la sociedad y también un factor de competitividad y está en nuestra mano hacer que la sostenibilidad no sea una palabra vacía de contenido. Tenemos que ser líderes en calidad y en sostenibilidad”. Mirones aprovechó la mención para pedir: “Desde el Instituto, vamos a trabajar para conseguir que la S sea una norma ISO y por eso necesitamos rubricar el convenio con la Secretaría de Estado de Turismo, para que podamos seguir siendo pioneros en materia de sostenibilidad, como ya lo fuimos en materia de Calidad. En este sentido, el sector apuesta por una única norma de sostenibilidad para todo el territorio nacional, identificada por la marca S, para volver a liderar en el mundo la sostenibilidad turística certificada, como en su día se lideró desde España la certificación en calidad turística”.
En la misma línea se manifestó el presidente de la Junta de Andalucía Juanma Moreno, que clausuró el Congreso, quien mostró su satisfacción por las buenas cifras que el turismo registró en 2023 y está superando en lo que va de año: “Este año batiremos récords, pero no es sólo una cuestión de visitantes, lo importante es que crecen más los ingresos que la llegada de turistas. La sostenibilidad no es una opción y esta es la idea que debe llevarnos a desarrollar iniciativas que se extiendan en el espacio y en el tiempo”.
Es necesario diseñar planes contra la masificación: “Andalucía conoce esta industria y la cuidamos –dijo– la mimamos, tomando medidas, escuchando al sector. Porque el turismo tiene que ser también un aliado del bienestar. Tenemos que hacer mucha pedagogía para que, incluso en los lugares en el que el impacto no es directo, entiendan que el desarrollo turístico es fundamental”. En este sentido, la declaración de Jerez es parte esencial. “Tenemos retos por delante, porque esta es una industria que va a crecer en los próximos quinquenios casi de forma exponencial. Y ahí es donde nos toca ordenar, para que, entre todos, hagamos una industria sostenible en el tiempo”.
Una tarea complicada
Hablar de sostenibilidad es fácil, llevarla a la práctica es más complicado. El turismo mundial se ha situado en los últimos años entre las industrias más contaminantes. Representa el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, de las que el 12% corresponden a los desplazamientos en avión, pero el impacto crecerá hasta el 40% en 2025 si no se cambian las políticas y los hábitos. Todo lo que se haga a favor de la lucha contra el cambio climático, la naturaleza y lo sostenible está bien, excepto salvajadas como las que algunos activistas están perpetrando contra obras de arte… no es la mejor manera de hacerse oír.
No es fácil mantener el compromiso con el medio ambiente en una industria que requiere aviones y sus inevitables emisiones de gases de efecto invernadero –los aviones emiten más de 600 millones de toneladas de CO2 al año, es decir, el 3% de las emisiones a nivel mundial y el 75% de las del transporte turístico–; los cruceros, cuya huella de carbono diaria puede superar a la de 12.000 coches y con el problema adicional de los distintos tipos de aguas residuales, metales pesados y gasto de combustible; coches que ya antes de echar a andar requieren la producción de materiales como el acero, el caucho, el vidrio, los plásticos, las pinturas y muchos más, y cuando mueren dejan ácidos tóxicos de las baterías, chatarra no reciclable, plásticos… sin hablar de que mientras están en uso, visitando las maravillas que el turismo mundial propone, su impacto medioambiental –entre el 80 y el 90?%–, se debe al consumo de combustible y a las emisiones de contaminación atmosférica y de gases de efecto invernadero que, según los científicos del clima, provocan el calentamiento global. Sin hablar de otro impacto asociado a los coches, difícil de cuantificar, como es la construcción de carreteras, la expansión urbana, el crecimiento de la población y el consumo de recursos. La construcción de carreteras tiene un gran impacto en las emisiones y la vida silvestre.
En el tema de transporte turístico solo parece salvarse el tren, que es el medio de transporte más ecológico y está llamado a tener un papel fundamental en la disminución de la huella de carbono. El tren solo es responsable del 0,7 % de las emisiones totales de CO2, siendo el medio de transporte que menos contamina. Pero el tren por sí mismo no llega a todos los lugares que el viajero desea conocer.
Y, claro, no hay que olvidarse del lugar imprescindible al que el turista va: el hotel. Aunque las estadísticas indican que 7 de cada 10 turistas estarían dispuestos a pagar un poco más por viajes sostenibles, la realidad es que una gran mayoría obliga a lavar las toallas cada día cuando en su casa lo hace cada semana, mantiene el aire acondicionado funcionando cuando no está en la habitación, desperdicia mucha comida en el buffet y deja miles de frasquitos de plástico con restos de champú o gel. Se estima que un turista genera el doble consumo de agua en un hotel que en su casa y lo mismo cabe decir de los residuos sólidos. No todo es responsabilidad suya, los establecimientos hoteleros también llevan su parte.
En todo caso, y ante el crecimiento del problema, el turismo, y en concreto los hoteles, se ponen las pilas para reducir su impacto ambiental. Ajustar el consumo de agua, utilizar energía verde y eliminar envases de plástico son prácticas que se generalizan en los hoteles. Pero es imprescindible también concienciar al huésped de hotel, animándole (o incentivándole con un mejor precio) a no obligar a lavar inútilmente las toallas, no despilfarrar el agua y la electricidad, comer sólo lo que quiera sin dejar nada sobrante en el plato y, en general, comportarse en el hotel como lo hace en su propio hogar.
Sin duda, iniciativas como la de este Congreso del ICTES, ayudarán a buscar y encontrar ese turismo limpio y sostenible que todos parecen desear.