Manaos el pulmón del planeta

Acompáñeme en este viaje que no va a olvidar jamás; volaremos a America del Sur y nos adentraremos en uno de los países más espectaculares, el quinto en extensión, que de por sí solo, es como otro continente. Añadamos un cambio de hemisferio y por lo tanto, cuando en este lado disfrutamos de la época estival, allí gozaremos de un invierno tropical con una temperatura idílica.

Quiero que conozcan una de mis ciudades predilectas rodeada de aguas de diferentes tonalidades, velocidades y temperaturas; de vegetación llamativa, colorida, frondosa, tupida y exuberante; de luces acrisoladas con miles de matices; de fauna cercana, respetuosa y salvaje, de indígenas únicos que se mimetizan y de cientos de niños que siempre sonríen y que juegan con serpientes, cocodrilos, perezosos, monos y delfines de río; todo esto en uno de los entornos más bellos del planeta. Les garantizo que van a ser seducidos por este espacio anclado en el corazón de la amazonía; ya que yo lo fui, y por ello meditadamente decidí  que naciera mi hijo Adrián, en este paraíso terrenal.

Entremos en una de las urbes más importantes de Brasil, capital del estado de Amazonas, situada cerca de la confluencia del Río Negro con el Solimões donde se produce el singular “Encuentro de las Aguas” entre los dos colosos con flujos de diferentes colores y donde ambos intentan juntarse para ser aun más grandes, durante más de 6 kms. las aguas corren sin mezclarse; vivámoslo desde una barcaza y donde lo sentiremos y lo podremos acariciar. Les animo también a presenciar este espectáculo único sobrevolándolo en un hidroavión. Experimentará el verdadero edén, donde observará nenúfares gigantes y una selva tupida repleta de atracción, musicalidad y colorido. Irrigada y alimentada por miles de ríos serpenteantes.

Estamos en Manaos, en el corazón de la selva tropical más grande del mundo y a orillas de uno de los ríos más fascinantes que recorre el continente de oeste a este, desde las cumbres de los Andes en Perú hasta la costa atlántica del Brasil, con 6.800 kms, siendo el más largo y caudaloso de este planeta.

Fue fundada por portugueses en 1.669, comenzó siendo un pequeño fuerte para proteger la parte norte de la colonia del Brasil. En las cercanías vivían varias tribus indígenas (Barés, Banibas, Passés y principalmente la de los Manaos, que influyó en el nombre de la ciudad). La traducción significa «Madre de Dios».

Esta ciudad a finales del siglo XVIII, viviría su máximo esplendor con la Fiebre del caucho y se la consideró una de las más prósperas del mundo. Este apogeo se dio entre los años 1890 y 1920; época en que gozaba de tecnologías que otras ciudades de Brasil aún no tenían, como  tranvías eléctricos, avenidas construidas sobre pantanos, edificios imponentes y lujosos, como el Teatro Amazonas, también conocido como la Casa de la Opera; de arquitectura neoclásica que fue construido empleando ladrillos traídos de Europa, vitreaux de Francia y mármol de Italia. Compañías enteras de Teatro venían a actuar en plena jungla. 
El Gran Caruso y Sarah Bernhardt fueron algunos de sus más ilustres visitantes. Mencionar también el Palacio de Gobierno, el Mercado Municipal y el predio de la Aduana. Se la consideraba el París de los trópicos por sus derroches en lujos.

Es el lugar ideal para hacer expediciones, caminatas en la selva, observación nocturna de caimanes, pesca de pirañas y todo tipo de deportes acuáticos, todo esto y más en una naturaleza salvaje y ordenada. Pero Manaos y sus alrededores son vida en evolución. Adentrémonos por sus ríos, afluentes y riachuelos laberínticos, donde nacen los árboles en el agua oscura y sus hojas vuelven a beber del río, con miles de seres enormes y extraños que nadan a nuestro alrededor, donde las pirañas muestran su peculiar color, donde los cocodrilos descansan observándonos atentamente. Levantemos la mirada y saltaran a nuestro alrededor decenas de primates que vienen a comer en nuestras manos; a la vez posadas descansan cientos de aves cantarinas y las serpientes reptan por las ramas para cambiar sus corazas. Visitemos y convivamos con algunas tribus indígenas, armadas de lanzas, arcos y flechas para cazar. Participaremos de sus ancestrales rituales y danzas. Dejémonos que nos penetren los espíritus sabios y libres de la selva amazónica, respiremos profundamente el comienzo de la vida.