Romanticismo en Bausen. Un pueblito exótico en pleno Val d´Aran

¿Se pueden medir las emociones? La de pisar las callejuelas de un antiquísimo y semidesierto pueblito; la de sentirse como el único y solitario visitante; la de encontrar a algún residente  que te cuenta la historia o los secretos del lugar; la de experimentar la quietud y la tranquilidad inexistentes ya en las grandes urbes. Uno de los últimos refugios donde pueden descubrirse estas emociones es Bausen. Pocos pueblos como éste concentran tanta magia, exotismo y romanticismo. Ubicado en el Val d´Aran (entre la frontera española y francesa de los Pirineos) puede llegarse a él aterrizando en los aeropuertos más cercanos de Barcelona (España) o Toulouse (Francia). 

Terapia viajera

Muchas personas tratan hoy de escapar de la vorágine de la ciudad. Olvidarse de sus problemas y dejarse llevar por lo que sea con tal de sacudirse el estrés que la mayoría arrastra en su vida cotidiana. Todas ellas tienen clara su necesidad de evadirse, pero no tanto su solución. Para estos fugitivos, y para los que, simplemente, aman la naturaleza y quieren descubrir nuevas emociones, Bausen puede ser su terapia ocasional.

Semioculto en la espesura de su orografía montañosa y a tiro de piedra de Francia se encuentra este oasis de paz. Visitarlo es regalarse el privilegio de  estar por un tiempo fuera del mundo y trasladarse a otro microcosmos en el que la vida real parece un sueño. Allí se encuentra todo lo que el corazón te pide: la emoción de sentirte cientos de años atrás y embriagarte de silencio y de leyendas que te cuentan los escasos habitantes que todavía  disfrutan del romántico entorno. Se siente lo que decía el escritor Bill Bryson cuando descubría un lugar especial “La vida no puede ser mucho mejor que esto”.

Las artistas de Bausen 

Entre sus apenas 30 pobladores, ningún visitante podrá eludir el encuentro con Mercedes Sanz y Raquel Vázquez, dos artistas (Paersbausen/Facebook) que trabajan con fibras vegetales y materiales silvestres, elaborando magníficas piezas como cestos, adornos, centros de mesa, bandejas, bolsos, chales, botas,  y estructuras al aire libre. (Paradójicamente, sus cestos de fibra vegetal son tan originales y versátiles que si colgaran de las manos de  Carolina Herrera o Lady Gaga se convertirían rápidamente en trending topic). Otra artista, Carmen Bonifaci, trabaja con un viejo telar exquisitas piezas de lana. Todas ellas han sabido mantener, con sus habilidades manuales, el pulso vital de ese privilegiado lugar e impedir que Bausen se convirtiera en un espacio absolutamente deshabitado como Montgarri, otro pueblito vecino. Más aún: estas artistas coinciden en afirmar que “Bausen anima sin duda nuestra intuición y nuestra creatividad”.

Gabriel, nuestro especial guía, nos cuenta la romántica historia de Teresa y Francisco, dos amantes al estilo de Romeo o Julieta, sólo que, en este caso, no se trata de una leyenda entre Montescos y Capuletos, sino de una historia local sin la hondura psicológica de los jóvenes veroneses, pero con tristeza real. Teresa y Francisco fueron dos jóvenes amantes de Bausen que a principio del siglo pasado quisieron contraer matrimonio religioso. Pero el cura del pueblo consideró que la falta de fe de ella (o la consanguinidad entre ambos, no está claro el motivo) era un  impedimento insalvable para consumar tal unión. Sin embargo, ambos enamorados desafiaron las normas religiosas de la época (o las leyes genéticas) y decidieron convivir juntos. De esta convivencia nacieron dos hijos que, con los años, emigraron a Francia junto al padre. La consecuencia de esta historia es que en Bausen existen dos cementerios: uno religioso, y, otro, mucho más alejado, civil en el que  hay una única sepultura: la ocupada por la pecadora Teresa, la que osó en 1916  desafiar el mandato del sacerdote.

Trineos al estilo del Ártico

Pero no es sólo Bausen u otros pueblitos parecidos del entorno los que te hacen olvidar el ritmo acelerado de la ciudad. En realidad, todo el Val d´Aran es ideal para encontrar esa anhelada desconexión psicológica. Este prodigioso valle cambia su panorámica en cada estación del año por lo que es una magnífica ocasión para disfrutar de las diversas caras que el hermoso valle pirenaico tiene: la nieve, por ejemplo, es la protagonista de un auténtico festival de esquí en invierno y sobre ella se puede vivir lo que Marisol Ariño, buena conocedora del territorio, califica de experiencia única: “Atravesar un bosque nevado conduciendo un trineo de perros es una emocionante aventura que, por suerte, no está reservada sólo para los que viajan al Ártico”.  Y el senderismo, la caza, la pesca, o la observación de su vida salvaje entre ríos, cascadas y lagos son otras magníficas opciones que pueden gozarse el resto del año. ¡Sin olvidar su rica ruta de arte románico!

Más info: www.visitvaldaran.comwww.franciscogavilan.net;